En los primeros día del 2006, escribí un artículo que llevaba por título “Complot en Suramérica”, que quería ser una parodia de otro que había elaborado el diario “Correo” sobre lo que podría ser el Perú luego de conocida una hipotética victoria de Ollanta Humala: dólar por las nubes, fuga de “talentos”, caída de las bolsas, malestar de los cuarteles, etc. En mi nota, la licencia literaria (advertida en el pie de página, con la fórmula: Material para una próxima novela de John Le Carre, ambientada en Lima) y el afán de especulación política, me hacían imaginar una reunión en la casa del embajador de Estados Unidos, con presencia de algunos grandes empresarios, dueños de medios de comunicación y miembros del gobierno peruano, en la que se discutía como tumbar a Humala que ya había alcanzado el primer lugar de las encuestas.
El intercambio imaginario era sobre el porqué el comandante nacionalista podía ganar y lo que había que hacer para detenerlo, de donde salía el acuerdo de demolerlo mediáticamente, sin permitirle un solo respiro, lo que suponía levantar diversos temas: Chávez, entorno político, Madre Mía y otros. En algún momento el tema se iba a la cuestión Hildebrandt, que tenía un programa influyente y estaba fuera de control. Entonces se acordaba que Ivcher rompería el contrato a cualquier costo, a lo que el colchonero respondía dando seguridades pero pidiendo ser compensado con la reparación que estaba demandando al Estado por los años en que le quitaron el canal. Todo quedaba acordado.
Por supuesto que nuestros amigos de “Correo” nos contestaron: ¡qué va¡, no hay complot, no se necesita complotar para estar de acuerdo en muchas cosas, nadie está concordando nada. Pero algunas cosas que parecían imposibles empezaron a pasar: cerraron el programa nocturno de César Hildebrandt, la prensa se cerró unánimemente contra el “antisistema”, los temas de la demolición se hicieron monocordes, y el periodista botado de la televisión mostró finalmente en público el cheque que Ivcher había recibido como “reparación”, a los días del cierre de su programa. Estas coincidencias sorprendentes hicieron creer que yo me había informado de alguna fuente directa sobre la “reunión” en la casa del embajador y eso hizo que mi artículo circulara como si fuera una filtración anticipatoria de los actuales Wikileaks. Terminada la campaña tuve que aclarar que todo había sido inspiración del momento, aunque viéndolo bien los sucesos anticipados no tendrían porque habernos desconcertado tanto.
El hecho es que siempre pensé que hubo alguna forma de complot y que los gringos tuvieron que ver con ello y que eso se extendió hasta ese glorioso momento en que en pleno recuento de votos de la primera vuelta la derecha económica y periodística se pasaron del apoyo a Lourdes a la incondicionalidad hacia García. Lo que ahora falta saber es si en los Wikileaks que vamos a conocer aparece alguna reunión como la que imaginé hace cinco años. Me cambiaría de oficio.
05.12.10
www.rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario