Un día el ministro Rey afirma que “ojala que sea cierto” que Artemio está pidiendo un diálogo de paz. Al día siguiente corrige: si está pidiendo diálogo es porque está acorralado así que no queda más que rendirse o ser capturado.
De veras se trata de un pensamiento complejo. Salvo que lo que haya querido decir es ojala que el pedido diálogo sea cierto para probar que ya estamos cerca de capturarlo, o sea que no se necesita ningún diálogo.
La línea original de Sendero Luminoso se resumía allá por los finales de la década de los 80 y comienzos de los 90, en una sola fórmula: ciertamente dialogaremos cuando nuestros enemigos nos pidan conversar los términos para rendirse.
Pasó el tiempo y la ecuación se ha volteado contra ellos. El Estado está repitiendo desde hace nada menos que 16 años que el único acuerdo que ofrece a los que siguen en armas es que las entreguen y capitulen. Lo que por supuesto ha servido para prolongar el conflicto en el Huallaga y a radicalizarlo, mezclándolo con el narcotráfico en el VRAE.
En 1994, los maestros de Rafael Rey, Fujimori y Montesinos, anunciaron con gran bombo que Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre habían solicitado un Acuerdo de Paz, lo que derivó en una insólita presentación televisada en la que los dos jefes de Sendero en uniforme de guerra, leyeron una declaración sobre la nueva situación y la necesidad de un cambio en la orientación política.
¿Qué hizo el gobierno? ¿Acaso empezó a tratar los puntos que podrían componer un acuerdo así: cese de hostilidades en todo el país, entrega de armas, alternativas para los combatientes que se desmovilizan (campamentos de trabajo, rebajas de penas u otras), políticas hacia los presos, etc.? Nada que ver. Lo que hizo fue celebrar la derrota, que obviamente estaba implícita en el documento, pero para no sacar de ahí nada más que una ganancia política con vistas a las elecciones que ya se venían.
Un montón de años más seguimos teniendo gobiernos a punto de ganar la guerra a los remanentes que resultaron mucho más resistentes que los originales. A falta de opciones de diálogo, acuerdo o alguna vía de salida, lo que quedaba era la batalla hasta la victoria final, como fue la operación “excelencia” en el VRAE, que terminó en un excelente fracaso.
Ahora otra vez se ha planteado la oportunidad. ¿Qué problema hay en tomarle la palabra a Artemio, nombrar un comisionado y hacer alguna oferta que represente que el que se desarma saldrá ganando respecto a los que siguen en rebeldía? Si se hiciera esto y se pacificara definitivamente el Huallaga, estaría más a la mano una solución en el VRAE. Pero el error se reiterará si se cree que dialogar es debilidad y le hace perder la oportunidad de vencer en el campo de batalla, donde en realidad no se ha ganado nunca nada.
01.02.10
www.rwiener.blogspot.com
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