Está bien mentir, pero no tanto. Esta frase la lanzó el presidente García al referirse a los transportistas que se quejan del alza de los combustibles. He leído por ahí que un diario considera que esta declaración es “sorprendente”. Pero lo que debería decirse es que si bien nadie imagina a un presidente recomendando mentir con cierto límite, eso no es lo mismo que sorprenderse con las mentiras de Alan García que son cosa de todos los días. Es la diferencia entre hacer algo ilícito y admitirlo, que es tan frecuente en la política. Lo que pasa es que García tiene tanta calle, como el mismo dice, que puede darse el lujo de poner a la vista su filosofía: la clave es no sobrepasarse.
Veamos el caso de las encuestas. Totalmente cómodo en la entrevista con Raúl Vargas, el inefable se empezó a despachar en valoraciones sobre los candidatos, totalmente impropias para su cargo, pero no quiso quedarse en lo cualitativo: administra su silencio (Keiko), me gusta su frialdad política (Castañeda), hace declaraciones demasiado duras (Ollanta), le falta esquina (Lourdes), va a ser candidato aunque lo niegue (Toledo), sino que añadió la idea de que estaba manejando encuestas más confiables que las que publican, que es más o menos como decir que puede opinar sobre la realidad con datos que el resto no tiene.
Obviamente se había ido de boca. Por todos lados le dispararon exigiéndole que diga a quién contrató para la encuesta, cuánto le pagó, cómo se licitó, cuál es su garantía técnica, etc. Y mientras el presidente trataba de evaluar el lío en que se había metido, sus segundos iban sumando contradicciones: Velásquez Quesquén juraba que no habían contratado ninguna encuesta, Del Castillo no había oído hablar de ella, Mulder estaba desaparecido. Hasta que otra vez el presidente recurrió a su amigo Vargas para aclarar las cosas: el encuestador estrella había sido el partido aprista, que es una institución privada, y no se hable más del asunto. Entonces se desató el coro: no tenemos que mostrar la encuesta porque es nuestra (Vargas); el contralor no tiene porqué investigarnos (Mulder); un partido con tantos comités y militantes puede ser mejor encuestador que las empresas especializadas (Cabanillas); todo aprista sabe pintar paredes, ¿por qué no va a saber encuestar? (Pastor); etc.
La oposición por su parte ha seguido insistiendo que se diga quién pagó el estudio y ha acusado al gobierno de estar tendiendo cortinas de humo para ocultar el “contrato”. La asociación de encuestadoras ha dicho que ninguna de sus afiliadas ha trabajado una encuesta como la que dice el presidente. E Idice, la empresa no afiliada y amiga del gobierno, afirma que lo que entregó hace poco en Palacio es otra investigación y no una encuesta. Es decir un lío de envergadura a partir de unas declaraciones disparatadas y gratuitas, que medio mundo quiere tomar en serio. Claro que oficialmente no se puede admitir que el presidente nos mintió y qu no hay ninguna encuesta que mostrarnos. Y por eso estamos viviendo este sainete, cuya única enseñanza nos las acaba de dar el propio García: hay que mentir, pero no tanto.
10.01.10
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