¿Se habrá percatado el señor Rey que el gobierno del que fue ministro dos veces, era el de un partido que en su historia causó la muerte de un número significativo de militares durante la cruenta rebelión de 1932, pero que su vez pagó con la vida de cientos y miles de sus militantes en una de las etapas más duras de la vida nacional, y tanto fue así que cada año la oficialidad del Ejército hacía una romería hacia la tumba de las víctimas de Trujillo para marcar que no había habido olvido?, ¿sabrá algo de historia y tendrá presente quiénes de los dirigentes apristas de la primera época fabricaban bombas y usaban armas en un país convulsionado por un enfrentamiento interminable? ¿Qué hubiera sido del Perú si no se cerraba esa etapa?
Pero algo por el estilo se repitió entre los años 60 y 70, cuando la frustración del proyecto reformista de Belaúnde que como Humala dijo que “no se puede”, antes de intentar tocar los poderosos intereses en juego y cumplir sus compromisos, lo que empujó a la rebelión a jóvenes e intelectuales inspirados por la revolución cubana. Claro que hubo una etapa de violencia y murieron algunos policías y militares y casi todos los guerrilleros. Aparentemente se había abierto una nueva brecha de sangre entre militares y civiles, que sin embargo se clausuró poco después con la amnistía de Velasco que reflejó el entendimiento de una generación militar sobre la justeza de muchas de las banderas de la rebelión, aún si no aprobaran sus métodos que sin embargo habían tenido el valor de sacudir a los mandos y ponerlos ante la urgencia del cambio que debía comenzar en el Perú. Cierto, que es mucho pedir a Rafael Rey que entienda la historia como proceso y admita el papel que muchas veces han debido cumplir las fuerzas de represión.
Aparecer tratando de amedrentar a Carlos Tapia por su temprana adhesión al MIR guerrillero de los 60, como si eso lo vinculara a los problemas creados por la guerra senderista a partir de 1980, que ha combatido tantísimas veces, es un síntoma del clima macartista que está invadiendo el debate político peruano y del afán del fujimorismo y sus compañeros de viaje por constituirse en el polo “antiterrorista” que pretende enjuiciar a todos los demás. El hombre que votó la amnistía al Grupo Colina y a los demás actores de la guerra sucia en el año 1995, no le hace ascos a la muerte, ni a la actuación de destacamentos ilegales, sino a los que cuestionan el orden económico y social vigente. Por eso el razonamiento: como quiero avanzar en el indulto al ex dictador entonces descalifico a Tapia por lo que pensaba hace casi 50 años, o sea no tiene derecho a hablar más.
Rey tampoco le preguntó a Vargas Llosa cuando integraban juntos el Movimiento Libertad, por su apoyo a la guerrilla de 1965, aunque después ejerciera su derecho a cambiar. Pero si se alejó del escritor no fue por su pasado, sino por su oposición al autogolpe de 1992. Ahí se marcaron las aguas y Rey se reveló como un lamentable golpista, que después quiere dar lecciones de ética e integridad.
23.11.12
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