lunes, marzo 05, 2012

Las Malvinas nos hacen sentir latinoamericanos

Ese verano de 1982, me sentí latinoamericano de una manera como nunca lo había percibido. Con Chile de Allende pisoteado por el golpe pinochetista grité en la calle y sentí que mi lugar estaba con los que resistían la dictadura. Con Vietnam cantamos el orgullo de los pueblos que no se achican ante los desafíos de la historia. Esas eran las dos marchas de sentido internacional que tenía en la memoria. La tercera fue la de las Malvinas argentinas cuando empezaba la guerra en el Atlántico Sur.

Era una larguísima cola de peruanos que zigzagueaban por el centro de Lima cuando me uní a lo que era una visible protesta por la presencia colonial británica en el subcontinente, con el respaldo de Estados Unidos t de la mayoría de las antiguas metrópolis imperialistas de la vieja Europa, y al mismo tiempo un sincero gesto de solidaridad y admiración hacia los jóvenes argentinos que iban a enfrentarse a un enemigo casi imposible de vencer.

Esa tarde Lima tenía la blanquiceleste en el corazón y era muy difícil ponerse en contra de la corriente. Cuando el presidente Belaúnde anunció el compromiso del gobierno peruano con la causa argentina, aquí se sintió como un reflejo del sentimiento general que había en el país. Lo que la gente no veía era que el presidente estaba disponiendo el envío de aviones y misiles, mientras se ofrecía como mediador para evitar el enfrentamiento.

Pocas veces el Perú acompañó tan claramente la política de su gobierno, sobre todo tratándose de política internacional que normalmente es un espacio distante para las mayorías. Para mí era casi obvio que lo que estaba pasando era que todos nos sentíamos invadidos por los ingleses y veíamos que los que iban a morir eran de los nuestros. Por eso si en Buenos Aires se podía por un momento obviar que el régimen que encabezada a la nación enfrentada era la continuación de la dictadura de los 30 mil desaparecidos, hacia el lado del océano Pacífico, nosotros tampoco estábamos para pedirle al gobierno neoliberal de Belaúnde algo más allá de lo que era.

El Observador

En 1982 yo formaba parte de la plana periodística de un diario que había empezado hacía unos meses con un aparente respaldo financiero y con grandes pretensiones de colocarse en el primer plano de la prensa nacional. En abril de ese año, las pretensiones habían desaparecido y se rumoraba insistentemente el próximo cierre, como efecto de la fuga del banquero propietario en medio de pleitos políticos, económicos y judiciales con el gobierno. Yo había ido a cubrir la marcha y regresaba henchido de antiimperialismo, cuando me percaté que en toda la empresa reinaba un duro silencio y los trabajadores sacaban sus pertenencias para guardarlas en cajas.

Lo que pasaba era que ya se había anunciado la clausura del diario para los días siguientes y ya nadie tenía mayor motivación en el trabajo. Entonces, antes de escribir mi nota, movía a la redacción y a los trabajadores gráficos para realizar una asamblea donde acordamos constituir un sindicato y comprometernos a que el diario no dejaría de aparecer cuando se fueran los dueños. De resultas de eso nació una cooperativa periodística que duró otros dos años y que fue una experiencia excepcional del periodismo peruano.

Así que es fácil de intuir cuál era mi estado de ánimo cuando por fin me puse frente a la máquina de escribir para contar lo que había sido la marcha de esa tarde. Nuestra América es insólita y compleja y puede sorprendernos todos los días, o varias veces en un mismo día. En muy corto espacio de tiempo había visto a miles de peruanos cerrar filas ante la agresión de la gran potencia, sin dudar cuál era su campo, y a 200 trabajadores organizarse para no perder su centro de trabajo y defender un medio de prensa.

De abril a junio, la guerra de Las Malvinas iba a ser la noticia más importante con la que amanecía cada mañana. Los barcos hundidos por los aviones argentinos me hicieron creer en que la guerra podía detenerse y entrar en fase de negociación. El hundimiento del Belgrano con sus 323 muertos, me convencieron de lo contrario.

Algunas conclusiones

La hermandad que brotó en la primera victoria y duró hasta la tragedia final, no la supimos sostener para crear lazos duraderos y sólidos entre peruanos y argentinos.

El papel de los Estados Unidos totalmente contrario a los derechos argentinos y violatorio del Tratado Interamericano TIAR, no provocó una sanción latinoamericana al imperialismo del norte.

Después de la guerra de Las Malvinas tuvimos una larga cadena de gobiernos pro Estados Unidos, incluso en la Argentina, que deberían avergonzarnos.

Los países ricos hicieron frente común con Gran Bretaña. No esperando ventajas inmediatas sino la conservación de un orden internacional en el que no fueran cuestionados.

Los pueblos de América Latina sintieron como propia la guerra de agresión de los británicos, pero las actitudes de los gobiernos de esta parte del mundo fueron diferenciadas y en el caso de Chile fue claramente orientada a favorecer la victoria de Gran Bretaña porque eso convenía a sus intereses.

05.03.12
www.rwiener.blogspot.com

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