Antauro Humala ha hecho muchas cosas para que exista una mala opinión sobre su persona. Todos lo recuerdan tumbando bancas en el juzgado, o sentándose en actitud de insolencia ante la corte; declarando traidor y felón a su hermano, y luego llamando a votar por él, y anunciando que de todas maneras tendrá que ponerlo libre una vez en la presidencia; haciendo alardes de poder desde Piedras Gordas y mostrando que su rebelión étnica no abarca su debilidad por las rubias. Si alguna vez podría haberse pensado que su malcriadez era un desafío al sistema y una manera de reafirmar su rebeldía, deben haber ahora muy pocos que crean que es así. Antauro parece un tipo temperamental capaz de jactarse cualquiera de estos días que obligó al hermano a trasladarlo de prisión. Es para decirlo en pocas palabras todo lo contrario del cauto Ollanta que mide cada cosa que va a decir.
Pero que el ataque de prensa que se concentra en Antauro tiene como destinatario al presidente es algo de lo que no tengo la menor duda. Podría decirlo así: los errores y caprichos del hermano menor, se usan contra el mayor. Es casi obvio que Ollanta no ha podido resistir la presión de sus padres y de la familia para modificar el estatus carcelario de Antauro Humala. Y lo ha hecho en un sentido que hasta podría ser sensato. Antauro no es un criminal, un jefe de banda o un terrorista, es un político que se levantó contra un gobierno democrático por las razones que fueren (traición a sus promesas, corrupción, etc.), y que en la acción ocurrieron seis muertes, todas ellas a gran distancia de donde estaba y sin ninguna orden de su parte. Pero el presidente no dice que no lo está moviendo para ponerlo libre o para colocarlo en una prisión-hotel, sino para alcanzar una fórmula más equilibrada de enfrentar la carcelería de su propio hermano. Simplemente se calla para no contradecir el bombardeo diario que se hace para mantenerlo en la categoría de “asesino de policías”. Es como si el programa de Bayly que se basó íntegramente en el Andahuaylazo para atacar a Ollanta todavía estuviera en la tele, pero en casi todos los canales y en el resto de la prensa, y el presidente siguiera con su táctica de no enfrentarse.
En medio del silencio y de que nadie cree que el ministro de Justicia o el jefe del INPE tomarían una decisión sobre este tema sin el presidente, lo que sale a la luz son todas las huellas equívocas que ha dejado Antauro y que lo muestran como alguien que se burla del resto. Esto crea un clima que va en desmedro de los dos. Debilita de un lado al presidente, que termina como el que no muestra la mano por sus propios actos, con lo que los hace sospechosos, como si sus enemigos fueran a tomar por el lado amable este tipo de situaciones. Pero el propio bocón pierde porque impide manejar con seriedad y serenidad su caso, más allá de estridencias derechistas, con lo que aleja la perspectiva de su propia libertad. Sin duda es muy lamentable que Ollanta termine acorralado por la derecha por asuntos de esta índole y no por las prometidas reformas que ha ido dejando por el camino.
13.02.12
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