La imagen de orden y eficacia que todos tenemos sobre Chile, se resquebrajó de pronto cuando empezaron a llegar las noticias sobre los saqueos en Concepción y la dificultad de la policía para contener los desbordes. Lo más sorprendente era contrastar la actitud de las autoridades que en varias formas hicieron saber al mundo que no necesitaban del envío de ayuda inmediata y su insistencia en aparecer como dueños de la situación y la desesperación incontenible de miles de personas que incluso llegaban a reclamar ante la prensa su derecho a saquear ante la falta de productos de primera necesidad y se quejaban de la dura respuesta de los carabineros.
Los que recuerdan las horas siguientes del terremoto en Haití saben que los pobres de ese país aguantaron estoicamente sin casa, alimentos ya agua, que se fueran restableciendo los suministros y se organizara la distribución de ayuda y demoró bastantes días para que empezaran a aparecer brotes de violencia, reprimidos con el uso de las tropas extranjeras. En Chile hemos visto desborde en el segundo día, lo que puede estarnos diciendo varias cosas a la vez: (a) que la gravedad de la situación no está siendo comprendida, ni siquiera por las autoridades, y que el afán de mostrar una circunspección cercana a la arrogancia está dando lugar a una grave confusión política; (b) que la pobreza y vulnerabilidad chilena es mayor de la que se está dispuesto a aceptar abiertamente, dicho esto sin negar que en condiciones de miseria masiva (Haití) y de debilidad del Estado, la desgracia sería mil veces más grave; (c) que el Estado chileno está metido en un grave dilema, debiendo temerse que dado sus reflejos autoritarios se derive hacia una mayor violencia.
Finalmente hay que decir que parte del desorden es que la tragedia ha llegado con dos presidentes frente a frente en Chile, cuando faltan muy pocos días para el cambio de mando. Todos hablan por supuesto de unidad, pero lo que se percibe es que Bachelet no quiere irse con la imagen de que al final el país se le escapó de las manos, ni Piñera quiere ingresar para quedar preso de un plan de reconstrucción de largo plazo impuesto por sus adversarios políticos.
01.02.10
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1 comentario:
Después de lo que está sucediendo en Chile, y que hasta el momento se sigue agravando, pues los saqueos y el pillaje continúan, ¿insistirán los militaristas del país vecino en que sus fuerzas armadas continúen disponiendo de un alto presupuesto para la adquisición de armamento? Con las enormes cantidades de dólares de que disponen los militares chilenos, ya se pudo socorrer eficientemente a la población, y evitar los problemas suscitados por la escasez. Será el propio pueblo chileno el que despierte y le exija a la clase dominante de su país, que asumirá totalmente el poder en los próximos días, que los recursos provenientes de la exportación de cobre sean dedicados a satisfacer las verdaderas necesidades de la población, en vez de comprar armamento.
¿Y en el Perú? La inminencia de un sismo similar al chileno no es una posibilidad desdeñable. Si ocurriera en una ciudad como Lima, lo que está sucediendo en Chile puede parecer hasta juego de niños. Los municipios, con el afán de obtener ingresos por las licencias, continúan otorgando permiso para construir grandes edificios, sin considerar los riesgos. Los ministerios de salud, educación y otros sectores implicados no lanzan una campaña educativa masiva, para prevenir o minimizar los daños en caso de sismo. El gobierno es incapaz de organizar a la población y obligar a los propietarios de los medios masivos de comunicación a que cedan espacios con ese fin. En resumen, el Perú está librado a lo que decidan las fuerzas de la Naturaleza.
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