El candidato nacionalista está comprobando en estos días el aserto que dice que en política es mejor que hablen mal de ti, a que no hablen nada. En el 2006 un estudio de imagen indicó que el candidato de mayor exposición a los medios era de lejos Ollanta Humala, pero que en más del 90% esas menciones eran negativas. Si hoy se hiciera un análisis similar se obtendría que la presencia de medios del casi ganador de la anterior elección hoy es inferior no sólo a la de los llamados punteros de las encuestas, sino a la de PPK que ocupa el quinto lugar con menos de la mitad de la intención de voto de Humala. Los comentaristas hablan cada vez menos del nacionalista, ni para bien ni para mal, como si no tuviera relevancia, y en el colmo de la desinformación hace unos días la locutora de televisión Claudia Cisneros dijo mirando el titular de un diario limeño que Toledo era el único que se había pronunciado contra el Decreto de Urgencia 001, que liberaliza ad extremis el proceso para la aprobación de megaproyectos de inversión.
En el Congreso está presentado hace diez días un proyecto de ley para la derogatoria de esta norma suscrito por la candidata a la vicepresidencia por Gana-Perú, Marisol Espinoza, y su bancada parlamentaria. A su vez, Ollanta ha hecho diversas menciones al tema desde los primeros días reclamando que se haya lanzado el decreto sin ninguna consulta y luego exigiendo a sus adversarios que en vez del soso debate sobre los mechones de cabello y los exámenes de consumo personal de cocaína, se hagan un ADN de patriotismo en relación a esta norma entreguista de la que no se estaba hablando, a pesar de los miles de millones de dólares que están en juego en ella y los intereses estratégicos del país y sociales de diversos sectores que son afectados. Pero no es posible culpar a la Cisneros, que no es especialmente profunda en sus observaciones, sobre lo que no ve. Porque seguramente ese descuido respecto a lo que pueda decir Ollanta ya está instalado en los receptores de información, lo que significa que se está dejando de competir con lo que afirma Toledo, así lo único que el chakano alcance a decir es que hay “gato encerrado”, como lo había en tantos actos de su propio gobierno.
Hay que asombrarse que cuando no era época de elecciones algunos medios se preocuparan tanto de los relojes del comandante, los trabajos de Nadine y los retiros de descanso de la familia, llegando a su punto culminante cuando le enrostraron por la clínica en que había nacido su último hijo, temas que jamás se los discuten a otros miembros de la clase política; pero, de pronto esos mismo medios han retirado su interés sobre la vida personal del candidato y por supuesto también sobre sus actividades políticas. Para quienes tenemos la certeza que hace cinco años, las baterías de la guerra sucia fueron puestas de manera concertada para intentar demoler al personaje que avanzaba en las encuestas y que hubo una estrategia orientada a detenerlo con un criterio de todo vale, ahora están respondiendo a otra plan que apunta a hacerlo invisible, que es igual a desaparecer de la escena electoral sus propuestas más incómodas para el actual orden de cosas.
Lo que hay que reconocer, sin embargo, es que para la invisibilización no han estado jugando únicamente el tándem medios-encuestas, que los diluyeron inicialmente entre muchos candidatos derechistas, y luego lo fueron colocando lentamente entre los de opción secundaria, apuntando a convertirlo de aquí a un tiempo en un “voto perdido”. Ha habido errores de la campaña nacionalista que han favorecido que se opte por esta estrategia antes que por las del degüello que se usó hace poco contra Susana villarán y se empleó a fondo contra el propio Humala en las presidenciales del 2006.
Cuando el propio candidato empezó a corregir su imagen, se quedó sin imagen. Esa es la lección que estamos presenciando en estos días y de la que no está claro aún si el candidato logrará reaccionar. El borroso concepto de “correrse al centro”, repetido por sus enemigos y no desmentido por el candidato ha sido como una señal para que en vez de seguirlo combatiendo o saludarlo por sus rectificaciones, simplemente lo desaparezcan. El asunto es clave, porque tal parece que algunos en la campaña nacionalista imaginaron que la única arma que había para enfrentarlos era la llamada “guerra sucia”. En estos días han habido varias declaraciones de Ollanta condenando a una genérica “guerra sucia” que se supone que se refiere a la historia de la sirenita y la mutua acusación entre toledistas y castañedistas, el caso del supuesto Montesinos de Castañeda, el Rendón de Toledo, los candidatos de Keiko y la nacionalidad de Kuczynski.
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Pero parece que nadie hace guerra sucia contra el comandante y los medios ni siquiera se prendieron del intento por reactivar el caso Madre Mía, a cargo del “chauchiller” Pacheco o se ocuparon de las debilidades de sus listas parlamentarias. Casi que podría decirse que Ollanta debería reclamar que lo ataquen un poco, para que la gente vea que no ha dejado de ser un tipo al que el sistema le sigue temiendo y odiando aunque hoy lo oculte. Los que creen que evitando el choque directo de posiciones, Ollanta reducía las resistencias en su contra, posibilitando recoger el voto de los que antes le temían como un diablo, no han tomado en cuenta que el voto y el antivoto del 2006, existían juntos, y eran producto de la polarización. Y que ambos caen justos cuando las sustituye la invisibilización.
06.02.11
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