Acaba de insinuarse lo que podría ser el futuro debate entre Alan García y Alejandro Toledo. Dice García que gracias a su gobierno y al crecimiento económico promovido por su política proinversiones, el país habría terminado corriendo a la derecha y decidido dejar atrás la opción antisistema que existía en las anteriores elecciones. Esto equivaldría decir que a través de las tres candidaturas que actualmente puntean las encuestas estaría la victoria del presidente 2006-2011, para eliminar los peligros preexistentes, no obstante que el saldo de esa épica haya sido la cuasi destrucción del APRA y el fiasco de sus postulantes favoritos.
Si Toledo ganara la elección, digo es un decir, debería aceptar que a pesar de todos sus esfuerzos por diferenciarse y aparecer contrapuesto a García al que culpa de todos las criticas que caen en su campo, fue en realidad el demiurgo detrás de su victoria. De hecho es una jugada audaz que busca atrapar al candidato del sistema que juega en los bordes y que ha tratado de evitar, desde un famoso desayuno en noviembre del 2010, el “abrazo del oso presidencial” que se le ha estado ofreciendo para que acepte convertirse en el tercer candidato de Alan García por fuera de su partido.
A Toledo no debe gustarle nada que García haya dejado de atacarlo directamente y que le envíe mensajes de reconciliación pública como si fuera necesario marcarle el dato de que hay más parecido entre ambos que lo que el candidato está dispuesto a admitir. Vamos a ganar de todos modos, Alejandro, le dice Alan, contigo, o con Castañeda o con Keiko, lo importante es que Humala ya salió de la foto. Pero a la estrategia que el toledismo ha puesto en juego no le vienen nada bien estas pretensiones.
En primer lugar, porque su lectura es justamente la opuesta a la del gobierno, es decir parte de considerar que la mayoría reclama cambios, porque no está contenta con la situación, y que la única forma de evitar la victoria del antisistema es ponerse a la izquierda del mismo sistema. En otras palabras el juego de Toledo es hacer su propio “abrazo del oso” a Humala y después de un palmeo decirle, no te preocupes Ollanta, si no ganas, gano yo, y nos libramos de los Fujimori, Castañeda y García. Más aún si el comandante quiere conquistar el “centro”, sin haberse consolidado en la izquierda, tal vez podamos invadir su propio campo, ya que hemos empezado a parecernos.
En este juego de disfraces, por tanto, García está jalando a Toledo de la camisa para despintarle las máscaras de progresista, moderno y liberal, que está usando para amagar a la izquierda; y Toledo trata de provocar un efecto de polaridad que se asemeje al del nacionalismo del 2006, sin las resistencias de entonces y con el gran pulmón financiero de los intereses internacionales que ya lo ven en la presidencia. El toledismo se dio cuenta muy rápido que el colchón de votos al que tenía que dirigirse no podía restringirse al paquete que le dio la victoria final a García hace cinco años, que estaba muy dividido para esta ocasión, lo que llevaba a mirar para el lado izquierdo para arrancarle una porción del 47% contestatario del 2006.
García planteó desde hace tiempo una “guerra fría” y un “combate internacional” contra el proyecto de Ollanta Humala. Y fracasó. Lo prueban los datos de la elección de octubre (regionales, municipales y referéndum) y de la segunda vuelta regional de diciembre, y lo ratifican las mismas encuestas que él saluda que dicen que un porcentaje cercano a dos de cada cinco peruanos exige cambio radicales en la economía, poco más de dos cambios moderados y apenas un quinto quiere la continuidad que constituye la obsesión presidencial. Si este es el balance actual, el rezagamiento relativo del nacionalista que se mueve entre el 10 y 12% de las intenciones, sólo expresa un problema para sintonizar con el estado ánimo de la población y una pérdida de iniciativa frente a la maquinaria tramposa que acompaña a Alejandro Toledo.
¿Habrá calculado García que sus zalamerías van a ser mal recibidas en las tiendas de Perú Posible? Es posible. Y si fuera así, implicaría que el dos veces presidente está volviendo sobre sí mismo y dejando atrás el desconcierto de las primeras derrotas. Como saben los conocedores, todo abrazo del oso es difícil de rechazar, le pasa al “Pachacútec de Cabana”, como al comandante nacionalista. Pero la clave en una elección estriba en saber diferenciarse en el momento en que tiene necesariamente que hacerse. ¿Le dirá Toledo a García que su avance en las encuestas no es producto del “éxito” de este gobierno, sino de las demandas de un viraje en la economía y la política nacional? Muy complicado, porque de ahí el debate pasaría inmediatamente a discernir por qué el “cholo” reclama a su vez ser el fundador del actual crecimiento económico, con todas sus características de apertura, desnacionalización y primarización productiva.
García lo está provocando a diferenciarse, justamente para tener el mejor ángulo para mostrar que son lo mismo. A su vez, Humala tiene que escapar a la trampa que le han tendido para robarle su espacio político. Claro que para hacer eso tiene que mostrar que la gran transformación está más allá de la vestimenta (polo rojo por polo blanco) y de las amistades internacionales (Venezuela por Brasil), y confirmar que las esperanzas que las masas se forjaron en torno a su mensaje todavía se mantienen en pie. Todavía hay tiempo para ello, pero el reloj ya camina en contra de las indecisiones.
11.02.11
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