Debe ser que conversar con Rómulo León en el 2005, fuera del poder y no llegar a ningún acuerdo, es equivalente a reunirse como primer ministro con Fortunato Canaán, mutimillonario dominicano e intermediario de trasnacionales, en un privado de un hotel, durante seis oportunidades, en 2007 y 2008, después de lo cual el tipo, o sus empresas relacionadas recibieron sabrosos contratos del Estado, porque de otra forma no se entiende que haya gente perdiendo el tiempo en derivar la crisis de los petroaudios a los nacionalistas.
Es como cuando el tema de los patrulleros quemaba las manos del gobierno y alguien sacó que el partido de Ollanta Humala había recibido como préstamo una camioneta de la misma empresa chilena del lío con Mazzetti, durante las elecciones. Hubo hasta carátulas de dos diarios el mismo día con el comandante con bandera chilena y acusándolo de traidor a la patria y por supuesto Gustavo Espinoza Soto agregó que le constaba que con el vehículo le habían entregado dinero, y él tranquilito siguió en campaña hasta lograr la curul que ansiaba.
Cuando Gildemeister desmintió lo del dinero y explicó que no había dado un centavo y que la política de prestar vehículos con fines de propaganda se siguió con todos los partidos que se encontraban en los primeros lugares de las encuestas y nadie rechazó el obsequio, ya no hubieron titulares, ni banderas chilenas, ni escándalo. Y tampoco hubo reacción cuando este columnista sacó los documentos del préstamo de Gildemeister al APRA, recepcionada por Garrido Lecca, cuando ese partido era el que más chillaba sobre la traición humalista.
Pero el hecho es que nada de eso cambiaba el tema de la sobrevaluación de los patrulleros, que luego se extendió a las ambulancias del ministerio de Salud y salpicó a varias instituciones, municipios y regiones que trabajaban con la empresa tramposa. Lo bueno era sin embargo que Humala también había tenido algún trato con los chilenos así que en la cochinada todos éramos hermanos. Y es la operación que ha vuelto a lanzar Del Castillo: estábamos hablando del trato clandestino con empresarios de gran billete, de favoritismos, de coimas regulares y de éxito, de mentiras de autoridades, etc., y Coquito sale con que Ollanta también se reunió, y no quiero decir con esto que sea corrupto. Pero todos sus ayayeros y ayayeras ya entendieron que esa es una señal para embarrar hacia ese lado.
Y en todo esto vuelve a aparecer Carlos Torres Caro, que cuando es pillado en sus maldades se recuerda que fue el hombre que Ollanta escogió increíblemente como vicepresidente, y cuando se necesita su voto se convierte en el aliado que requiere el gobierno. La moral, señores, es una cosa relativa, cuando está sujeta a determinados intereses.
01.11.08
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