Antes del discurso de 28 de julio, todavía quedaban ilusos
que aseguraban que Humala utilizaría la tribuna para mostrar medidas que podían
despertar algún entusiasmo social. La más mencionada la del salario mínimo, que
hubiera podido tomarse como un gesto hacia el movimiento sindical. Pero no. El
esquema de lo que fue a decir el presidente era básicamente el mismo de otros
años, como si ni siquiera fuera consciente que tenía que transmitir entre otras
cosas un plan de retiro y transición del poder hasta julio 2016.
Humala debe haber dicho a sus más cercanos que lo que él
quería era el más detallado recuento numérico: dinero invertido, kilómetros
construidos, colegios y hospitales que ya se vienen, oferta de viviendas, etc.
Cada ministro le dio su lista, pero ninguno de ellos podía encajar sus
inversiones dentro de un plan global. En el extremo, el presidente dijo que
habían cumplido la “hoja de ruta”, y que habían sobrepasado sus propuestas, lo
que en buena cuenta quería responsabilizar al famoso documento de la forma
tecnocrática cómo se ha desenvuelto este gobierno y que agregarle más
inversiones era algo así como mejorarlo cuantitativamente.
Pero claro, los mensajes de fondo de este 28, apuntan a las
siguientes conclusiones: (a) que mientras sus adversarios han estado rebuscando
las carteras, los chocolates y los espacios de playa en los que Nadine pasa el
verano con sus hijos, el gobierno ha estado “full chamba”, superándose a sí
mismo, como un constructor y gestor público, que está convencido que los problemas
del Perú se miden en inversión y cemento, y que no hay relaciones sociales que
reformar y poder que distribuir hacia las mayorías.
(b) que cuando las encuestas le dan al presidente guarismos
que van de 15 a 10%, la verdad de la calle es que una masa “espontánea” llena
la plaza de armas (que normalmente está restringida) y se llena el patio de
Palacio, además durante todo el discurso oímos gritos y aplausos, como si
todavía hubiera espacio para declarar el comienzo de una nueva era.
Notoriamente los problemas de desaceleración económica (que
se agravan ahora con la crisis china), inseguridad ciudadana, libertades
políticas que se han estado moviendo antes del discurso, han quedado sin
respuestas del presidente. Tampoco aludió a la crisis de Tía María, como si se
hubiera olvidado del tema. El gobernante seguro estaba convencido que había
sorprendido a su pobre oposición que venía de ganarle la mesa directiva del
Congreso y que los tiene contra las cuerdas con el asunto de Nadine y la
presión de prensa.
Si cree que la ofensiva amainará, puede estarse equivocando
de medio a medio. Y si imagina que el pueblo habrá despertado de su letargo y
dado cuenta de las muchas cosas que el gobierno está haciendo por ellos, también
va a errar, porque los beneficiarios de este gobierno, que los hay, no se van a
movilizar más que cuando los traigan como portátil y eso no va a ser posible
los próximos meses, salvo una crisis brutal que ahora no se vislumbra.
29.07.15
1 comentario:
Saludos desde Bruselas
No sé por qué creen que la oposición en una democracia descansa. O que la ofensiva amaina, como dice elegantemente Raúl. En la política nadie lo hace. Recomiendo leer las instrucciones de la Constitución respecto al mensaje presidencial. Ollanta eso sí lo cumplió: leer el discurso, palabras que los apristas (me contó una vez mi padre), picados porque el presidente Belaunde recitaba de memoria cifras, lo incluyeron en la Constitución vigente.
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