Fuentes muy cercanas a la presidencia indican que los
desacuerdos en la pareja son cada vez más frecuentes y pasan días sin que se
dirijan la palabra. Cada uno de los dos tiene todavía su propio círculo de
leales que siguen respondiendo a sus directivas, sólo que los íntimos de
Ollanta se están reduciendo a un grupo de asistentes, secretarias y mensajeros,
con los que no hay espacio para conversar sobre lo que está pasando en el país.
Varias semanas después parece evidente que a Villafuerte
realmente lo sacaron a la mala (sin darle las gracias), creyendo que eso
ayudaría a apagar el asunto López Meneses (en realidad lo exasperó con la
fórmula de que estos debe ser grave si hace renunciar a un ministro y un asesor
presidencial). El hecho es que el coronel ha quedado a la deriva y su papel en
la conexión entre Palacio y las Fuerzas Armadas se ha quebrado sin nadie que lo
reemplace en la tarea.
La relación con Abugattás, que era el congresista de
confianza del presidente, está profundamente dañada, por la forma como el
oficialismo ha permitido la campaña aprofujimorista para afectar su imagen,
tachándolo como “loco” o “desequilibrado”, por ser casi el único que se les
enfrenta. El último escándalo sobre el papel de la coordinadora parlamentaria Malka
Maya, que hace de correa de trasmisión de las órdenes de Humala (y mucho más,
de Castilla y el MEF), a la bancada de Gana Perú, parece relacionarse con eso,
por sus continuos choques con Abugattás que en “privado” ha dicho a muchas
personas que está harto de esto.
Con el resto de los congresistas Humala casi no habla, y fue
visible que en el proceso de nombrar la comisión sobre el caso López Meneses,
los representantes de Gana Perú no cabían en su desconcierto ante la falta de
orientación del Ejecutivo, lo que los llevaba a un patético intento de
interpretar una frase suelta de la primera dama sobre que la investigación
debía “ir a la raíz y el origen del problema”. De los ministros no
castillistas, mejor ni hablar, porque como todos saben su preocupación se
centra en hacer los equilibrios necesario para durar. En el MEF, en cambio, se
interpreta la situación como el momento para sacarle cosas al presidente, como
que ya le arrancaron el decreto para reiniciar la privatización de Petroperú,
que antes parecía imposible, aún para un Ollanta reconvertido al
neoliberalismo.
César Villanueva ha conseguido, finalmente, lo que parecía
imposible: ser más intrascendente que Juan Jiménez. Hay la versión que señala
que ya le rechazaron varias propuestas de cambio gabinete y la que señala que
lo desembarcaron del avión que iba a llevarlo al CADE. Humala no conversa con
él, tampoco Castilla, y los ministros no le consultan. Será por eso que ha
empezado a decir que podría irse, tratando de hacer público su malestar por la
deriva en que se mueve el gobierno. En el caso López Meneses, el premier anda
tan despistado como los parlamentarios y otros miembros del gobierno, entre
ellos el nuevo ministro del Interior que cada vez entiende menos lo que está
pasando en la Policía.
La cuestión militar-policial
La mayor preocupación del presidente está sin embargo
concentrada en su rápida pérdida de influencia sobre el Ejército y sus roces
más que evidentes con la Marina y la Policía. Cuando Humala asumió el gobierno,
estaba convencido que le podían decir que no sabía de economía, de asuntos
jurídicos o de tradiciones políticas, pero nadie le iba a discutir en asuntos
de Defensa y Seguridad, y para actuar sobre esos campos estableció un asesor
puente con las instituciones, impulsó el relevo de mandos privilegiando a sus
promocionales, priorizó los frentes del Huallaga y el VRAEM, y se buscó un
general que le asegurará éxitos policiales.
Todo esto ha resultado en un sonoro fracaso. Al igual que
muchos otros sectores, militares y policías se consideran estafados por el
destino de las ofertas que Humala les hizo en campaña en materia de
remuneraciones y pensiones. En ningún momento, además, sintieron que este fuera
su gobierno. Al contrario, las podas sistemáticas, la negociación de los
ascensos, han ido reforzando las camarillas internas y las pugnas entre
instituciones y al interior de cada una de ellas. Ni la promoción “Héroes de
Pucalá y Marcavalle”, a la que perteneció Ollanta, ha resultado lo
suficientemente leal y amistosa, al presidente. No por casualidad de ese mismo
grupo han salido varios de los tipos que favorecieron las movidas del llamado
operador de Montesinos.
El operador que se ríe de todos
El caso López Meneses encaja en todo lo dicho como una
provocación que ha terminado por desbaratar la ilusión de Humala de que por lo
menos tenía el control del factor militar para equilibrar con la serie de
debilidades que se iban a acumulando en otros campos. La manera como el
personaje se mueve hasta hoy en medios militares y policiales y se hace
fotografiar con muchos de ellos, no habla de un tema de espionaje, sino de una
grosera exhibición de poder que hace quedar en ridículo al gobierno y los altos
mandos.
¿A qué responde todo eso?, ¿quiénes están implicados en armar
un escándalo sin pies ni cabeza, en el que se brinda una seguridad aparatosa a
un sujeto de malos antecedentes, se le fotografía en locales militares abrazado
con un infinidad de oficiales que parecen tenerlo como su engreído, aparece en
actos públicos, hasta que una periodista con fuertes vínculos con un sector de
la Policía, suelta la “bomba” de lo que estaba a la vista de todo el mundo? Y,
ahí, el gobierno queda paralizado, no sabe qué responder, porque fanfarroneaba
con tener el control de instituciones que pueden ser infiltradas y manipuladas
por cualquier bandido.
La bomba que realmente ha caído en el centro del sistema es
que se ha desatado una guerra de todos contra todos, en la que policías chocan
con marinos, el Ejército pide la cabeza del jefe del Comando Conjunto y no la
consiguen, los policías se espían y se denuncian entre sí, en el Congreso todos
se atacan de montesinistas, el primer ministro desaparece y el presidente se
deprime y rompe lazos con todo el mundo.
El lobo está al acecho
Pero en esta tole-tole hay alguien que está ganando. A Alan
García le interesaba sobre manera que el escenario se desordenase y que la
labor de la Megacomisión y las
investigaciones de Arbizu quedasen aplastadas por una escandalera general. Ya
lo ha conseguido.
El rumor que corre es sin embargo más peligroso que eso. Se
dice que el APRA está metida a fondo en la preparación de una huelga policial
con saqueos, que haría recordar lo que pasó en los últimos días de Velasco.
Imaginan que Ollanta ya está maduro para una conspiración y un tratamiento
fuerte que podría derivar en resultados alternativos: provocar una crisis
extrema del gobierno y una intervención militar; generar condiciones para
exigir un adelanto de elecciones; arrancar una etapa de desestabilización, con
crisis sucesivas.
Que hay señales claras de que algo de esto se prepara es
indiscutible. Por eso creo que hay que abrir el tema. A ver que pasa.
23.12.13
Publicado en
Hildebrandt en sus trece
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