jueves, noviembre 03, 2011

Otro balance

La versión Du Bois de los 100 días de Ollanta es tan simple como resumir que vamos bien en economía, pero con demasiados escándalos en política. Claro que uno puede preguntarse sobre qué es lo que ha cambiado en economía para que se diga que las cosas andan tan bien. Y la verdad es que no ha pasado nada. En otras palabras que lo que ha hecho el nuevo gobierno es dejar las cosas como estaban y ocuparse de otros asuntos, donde están las reformas, los avances y entrampamiento. No moverse es lo que el director de Perú 21, estima que merece una calurosa aprobación. Después de todo, esa política de piloto automático es la que él mismo recomendaba desde la presidencia del gabinete de asesores del ministro Camet, entre 1992 y 1998, cuando se consolidaron las líneas del modelo económico que el otro día el presidente Humala describió en Paraguay como “un país privatizado… (que pasó) de tener un Estado empresario a un Estado débil… (en el que) muchas empresas trasnacionales… son más poderosas que el Estado”.

Du Bois estuvo entre los gestores de este Estado mediocre e impotente que tenemos y de ese poder transnacional que lo ha premiado tan generosamente con treinta cargos remunerados en veinte años como demostramos en una investigación publicada hace algunos días. Pero también es corresponsable del actual ambiente de escándalo continuo con el que se quiere tener al gobierno contra la pared. Decir que lo que negativo de Ollanta está en sus “malas juntas”, es un monumento a la soberbia derechista, ya que lo único que puede querer decir es que el equipo con el que el presidente nacionalista ascendió hacia el poder enfrentando el fuego graneado de los medios y los escándalos más grotescos (como el de la “tía Pocha”, en Arequipa, por el que Du Bois está condenado por difamador) es el de los malos, mientras que los buenos son los que mantuvieron el Estado privatizado y la prepotencia transnacional que se resiste a cumplir con su mínima obligación de pagar impuestos (caso Telefónica).

En 100 días, el único escándalo real no parlamentario es el de Chehade y su intento de hacer gestión de intereses a favor de los Wong, pero revísese los titulares de Perú 21 y otras medios a lo largo de este breve período y se encontrará a Soberón colgado por sus opiniones sobre el tema de la droga que no tenían que coincidir con el punto de vista de los Estados Unidos, que es al que se sujetan algunos medios; a Mocha García Naranjo acribillada a partir de la imagen del baile, con la que se construyó el cuento de la “insensibilidad”; a Roncagliolo, petardeado por el caso de la ginecóloga embajadora (porque sin conocer a la persona se puede saber que las ginecólogas no sirven para esa función); a Eguiguren, por lo que recomienda la CIDH, respecto al caso Chavín de Huántar, que no es tampoco lo que dicen los periódicos. Y ahora a Marisol Espinoza por le tomógrafo de Essalud que se fue a Piura, como si ella lo hubiera movilizado.

Nadie, por supuesto, indaga sobre la vida personal, los negocios y las relaciones de los ministros neoliberales. No señor, aquí siempre ha sido de lo más natural pasar del Estado a los directorios privados y viceversa, y en ciertas ocasiones hasta dupletear a los dos lados del mostrador. O tener consultoras con amigos y parientes, encargadas de facilitarles llegada el Estado a las grandes empresas y buena prensa, mientras el de la familia que está en el poder redacta las resoluciones. Eso no es un escándalo. Es buena economía nada más.

02.11.11
www.rwiener.blogspot.com

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