domingo, junio 19, 2011

Una lectura analítica de los resultados de la segunda vuelta

Esta semana se conocieron los resultados finales de la segunda vuelta del año 2011, que dieron 51.45% para Ollanta Humala de Gana Perú y 48.55% para Keiko Fujimori de Fuerza 2011. Una diferencia de 2.95%, que se compara con el 5.25% que separó a Alan García de Humala hace cinco años.

En el 2006, Ollanta Humala obtuvo 6 millones 270 mil 80 votos en segunda vuelta y en el 2011 llegó a 7 millones 937 mil 704 votos. Esto significa un incremento de un millón 667 mil 624 votos de una elección a otra. Es también la cifra más alta de votos lograda por un postulante a la presidencia:

• 2001 Presidente Elegido Alejandro Toledo M. Votos: 5,548,565
• 2006 Presidente Elegido Alan García P. Votos: 6,965,017
• 2011 Presidente Elegido Ollanta Humala T.: 7.937.704

La diferencia de votos entre Humala y Fujimori en la segunda vuelta del 2011, asciende en cifras numéricas a 447 mil 57 votos. En el 2006 la brecha entre García y Humala llegó a 694 mil 937 votos.

Votación total

Las cifras de la ONPE indican que en la segunda vuelta del 2011, acudieron a las urnas 16 millones 466 mil 397 votantes, y de una vuelta a otra la asistencia se redujo en 1.3% (233 mil 337 votantes menos).

En la elección de 2006, los votantes de segunda vuelta ascendieron a 14 millones 468 mil 278 que eran 163 mil 725 menos (1.1%) que los participantes en la primera vuelta.

Es interesante marcar esta tendencia a un ligero descenso del número de electores entre primera y segunda vuelta que se repite en los dos procesos y que contradice la idea de que el interés se acrecienta en la ronda definitoria haciendo votar a los que no lo hicieron.

Otro dato importante se refiere a la evolución de los votos “no válidos”, en blanco y viciados. En las elecciones en segunda vuelta del 2011 los votos blancos fueron solamente un 0.7% del total de votos emitidos, que en cifras equivale a 116 mil 335 papeletas. En este mismo proceso los votos viciados representaron el 5.6%, que en número es igual a 921 mil 711. Sumados estos dos valores dan un millón 38 mil 46 votos o 6.3% de todos los votos emitidos.

En la primera vuelta los votos en blanco fueron un millón 447 mil 696, representando el 8.84% de los votos emitidos, mientras los nulos ascendieron a 574 mil 875, que equivalían al 3.44%. Esto quiere decir que los votos en blanco decrecieron de una vuelta a otra nada menos que en un millón 331 mil 361 votos, retrocediendo más de 98%. Mientras los viciados crecieron 346 mil 836 votos, más o menos 2.8%.

El resultado es que la suma de votos no válidos (blancos más viciados), en primera vuelta supera ampliamente a los de la segunda, a pesar de todos los anticipos de que esta franja de votación agruparía a los que no se habían polarizado entre los dos candidatos y se consideraban componentes de una postura propia más o menos extendida.

Una observación a lo que pasó en el 2006 con estos votos, es reveladora: en la primera vuelta los votos blancos llegaron nada menos que al 11.87% del total, con un valor numérico de un millón 737 mil 45 votos (más que en el 2011). Los viciados en esa ocasión llegaron a 619 mi 573 votos, que representaban 4.23% (también superior a la primera vuelta de este año).

Al llegar a segunda vuelta, los votos blancos bajan dramáticamente a 157 mil 863, que correspondía al 1.09%, mientras los votos nulos crecían hasta un millón 75 mil 318 que venía a ser un 7.43% de los votos emitidos. Los votos no válidos pasaron en resumen del 16.1% en primera vuelta, al 8.52% en segunda vuelta.



Distribución territorial

Estos números son más interesantes cuando se les aprecia a nivel de circunscripciones electorales (24 departamentos, Callao y extranjero). En el 2006, el ganador García Pérez, se impuso en 11 lugares, y su contendor Ollanta Humala en 15.


En la segunda vuelta del 2011, Ollanta Humala venció en 19 circunscripciones, dentro de las cuales están las mismas 15 de hace cinco años y seis adicionales. Keiko Fujimori logró el primer lugar en 7 circunscripciones y perdió cuatro de las que hicieron ganar a García Pérez.

Algunos datos adicionales son sin embargo claves para entender la dinámica de la derrota:

• Keiko Fujimori registró cinco puntos menos de votación en Lima que Alan García en el 2006: mientras el aprista le saca una ventaja de un millón 103 mil 667 a su adversario en Lima, para terminar ganando por 694 mil 937; Keiko Fujimori sólo aventaja en 813 mil 808 (300 mil menos), para perder por 447 mil 57 votos.

• Keiko Fujimori no logra grandes resultados, encima del 60%, que García obtuvo en La Libertad, Extranjero, Lima, Callao e Ica. Keiko sólo logra un resultado equivalente en Extranjero (70.38%) En el caso de La Libertad, Alan García obtuvo 72.54% el 2006, mientras que Keiko ganó mucho más apretadamente 56.66%, lo que implica un cambio en la tradición de este departamento de votar en masa de acuerdo a las órdenes del APRA.

En el caso de Ollanta se verifica numerosas constantes, y algunas variaciones limitadas: Ayacucho era el departamento más votado del 2006 con 83.42% de los votos, y descendió al puesto cuatro con 72.10%. Puno era la sexta circunscripción en votación y subió a ser la primera, pasando de 69.6% a 77.9%.



Algunos mitos rebatidos por la realidad

La segunda vuelta del 2011 ha dejado algunas conclusiones:

1) Que el voto peruano no es lo voluble e imprescindible que se decía. No puede decirlo a la luz de elecciones que repiten numerosas características y cuyas proporciones y distribución territorial se ajustan sorprendentemente.

2) Que estas elecciones no eran tan distintas a las anteriores como se afirmó insistentemente, arguyendo la reducción de la pobreza y la ampliación de la clase media, así como el cambio de paradigmas: crecimiento, estabilidad, etc. Es muy difícil pensar que los que votaron hace cinco años por el Ollanta radical se hayan vuelto “centristas” y promercado, o que se haya producido un viraje dramático en estratos sociales acomodados. Los datos no dicen nada de eso. Más bien puede entenderse que el Ollanta de la camisa azul y del discurso moderado, haya sido visto como más cercano a la presidencia que el de la anterior elección y en esa medida ha sido aceptado como una necesidad de adaptación a las reglas de la lucha dentro del sistema.

3) Que no es verdad que basta Lima y las ciudades del norte para ganar las elecciones. Los estrategas de Keiko Fujimori apuntaron a repetir el plato de García Pérez el 2006 y fallaron, porque no consiguieron el margen de ventaja suficiente en la capital (error en las encuestas), ni la amplitud aprista en las plazas norteñas.

4) Que tampoco fue cierto que las clases medias decidirían la elección. Mirando los datos distritales de Lima, donde se ubica el grueso de A, B y C, se comprueba que en todos ellos ganó ampliamente la candidata naranja y perdió la elección. En distritos como San Isidro, Miraflores, San Borja, Surco y otros, los porcentajes de Fuerza 2011 superan el 70 y 80%, sin que hayan podido incidir en la decisión final.

5) Que, siguiendo lo anterior, también fue falsa la información de las encuestadoras que decía que Humala había conquistado B y C, o por lo menos había equiparado fuerzas con su adversaria. Si hubiera sido así, la suma de sus votos habría sido abrumador dada su clara hegemonía en los votos de sectores populares y pobres, y votos provincianos.

6) Que también resultó una ilusión la idea de un tercer sector, distinto a los dos candidatos de la segunda vuelta, que se proyectara a romper la polarización. El “voto no válido” (blanco más viciado) disminuyó en segunda vuelta. Los blancos se redujeron drásticamente y los viciados crecieron pero en una proporción que no compensaba la disminución de los blancos. Los líderes y partidos que no se definieron en la elección, han quedado mal parados frente al resultado y a los nuevos retos planteados.

7) Finalmente, que se desmintió la noción de que el ausentismo podría impactar en el resultado final. No hubo más abstencionismo que hace cinco años y en ninguno de los dos casos, los votos que no se emitieron al pasar de primera a segunda vuelta, tuvieron el peso para alterar el resultado final.


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