jueves, julio 09, 2009

Estados Unidos y los golpistas hondureños

Ricardo Letts se plantea la siguiente hipótesis sobre Honduras: (a) no es posible que los golpistas hubieran actuado si no consultaban antes con la Embajada de Estados Unidos; (b) la respuesta de la Embajada, al margen de lo que podía pensar el embajador, debía mantenerse en línea con Washington, lo que significa que debe haber recomendado que no hagan el golpe; (c) pero el golpe se dio, poniendo en delicada posición al señor Obama, lo que hace suponer que otros sectores del Estado, como podría ser el Pentágono, le dieron carta libre; (d) la posibilidad de un sistema militar estadounidense actuando al margen del presidente plantea un escenario sumamente delicado para el funcionamiento del sistema político de ese país y sus relaciones con el resto del mundo.

Voy a tratar de profundizar en este razonamiento, empezando por lo que es más evidente, la operación en Honduras es un hecho inconveniente para la imagen que pretende proyectar Barak Obama que es la del nuevo diálogo con América Latina, lo que supone alguna forma de coexistencia con los regímenes de Cuba y Venezuela. Pero el presidente de Estados Unidos tampoco puede avanzar demasiado en su condena a los golpistas, sin aparecer como demasiado blando con los “enemigos de Norteamérica”, que ya sabemos quienes son. De ahí que nadie quede contento con el hecho consumado, que es más o menos lo mismo que hizo Israel cuando invadió Gaza en los días anteriores al traspaso de gobierno en Estados Unidos y obligó al nuevo presidente a discutir en una situación de fuerza.

Pero Honduras no es Israel. Por lo tanto no está dentro de lo lógico que Micheleti y el general Vásquez se atrevan a desafiar a la Casa Blanca por su propia cuenta. Lo que se vislumbra con el golpe del 28 de junio es la muy alta posibilidad de que sectores de la derecha latinoamericana y estadounidense hayan decidido mover la pieza centroamericana para ver hasta dónde podía conmoverse un escenario hemisférico que estiman cada vez más desfavorable. Un hasta aquí nomás, después de las elecciones salvadoreñas, y que pretende establecer un hito para la reversión a partir de Honduras. El punto, en este caso, no es tanto la existencia de esta coordinación internacional, que es casi obvia, sino si ella alcanza el interior del poder estatal que formalmente encabeza Obama.

Visto desde esa perspectiva, el mensaje que viene de Tegucigalpa sería que el presidente de los Estados Unidos debe empezar a acomodarse a una situación de golpes que se “legalizan” a posteriori, sobre los que se arma una discusión sobre atribuciones de las instituciones que toman parte en ellos, y que en sustancia apuntan al concepto de que, con sus defectos, la fórmula permite salir de gobiernos indeseados, ¿o qué de otra forma podría sacarse a Chávez?, que es como se pregunta más o menos abiertamente, si con elecciones nunca vamos a poder. Las debilidades de la administración Obama para presionar por una reversión de la situación de facto, revelan las dudas que se han sembrado en el presidente con el regalo de los últimos días. ¿Estará el Pentágono marcando la pauta?

07.07.09
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Juan A. Cavero G. dijo...

El golpe de estado en Honduras plantea a Obama un dilema: actuar de acuerdo a los principios que dice sostener, o guiarse por los intereses del imperio. De acuerdo a lo primero, debiera retirar toda ayuda, incluyendo la militar, al régimen golpista. Pero, de acuerdo a los intereses del imperio, Micheletti, quien tiene una ideología similar a los lacayos Uribe y García (los principales representantes del imperio en la región), es el hombre que le conviene en el área, para evitar la propagación de regímenes izquierdistas o no sometidos a Washington. De manera que "el blanco que se bronceó demasiado" (según Noam Chomsky), probablemente termine aceptando una situación de facto, haciéndose el neutral, que desemboque en unas "elecciones" donde, de ninguna manera, sea elegido alguien como Patricia Rodas, la actual canciller hondureña, quien parece emerger como figura protagónica en el futuro de su país.