Hay un debate sobre si Raffo hace lo que hace, de puro idiota o porque es tan inteligente que utiliza la idiotez como coartada para conseguir cosas que no se lograrían si uno pretende hacerse pasar como parte de los seres normales. Ya nos lo había mostrado durante los cubileteos previos a la elección de la mesa directiva del Congreso 2008-2009, cuando parecía que dirigía a los fujimoristas a votar junto con la oposición para conseguir una mesa menos dependiente de Palacio de Gobierno, hasta que se encontró con Yamashiro para contraponerlo al candidato que ya tenía el consenso de las otras bancadas y usarlo de pretexto para volver “a último momento” a la alianza con el APRA, sin que se conozcan con precisión cuáles fueron sus ganancias con este extraño movimiento.
Seis meses después se ha repetido esta historia que pocos guardaban en la memoria en todos sus detalles. Como miembro de la comisión Abugattás, para el caso del petrogate y la red de influencias económicas que cercaba al gobierno, el congresista Raffo hizo todo lo posible por robarse el show. Primero era el enemigo más despiadado de Jorge Del Castillo, capaz de obligarlo a mirarle a los ojos cuando lo interrogaba; luego era el díscolo que se fue por su cuenta donde Rómulo León, como si quisiera proponerle un acuerdo propio o de partido, y que hizo que el APRA pidiera su cabeza y Abugattás lo defendiera; y finalmente, se convirtió en un solo día en el salvador de los ministros de Canaán, que según dice ahora no deben ser acusados sin las pruebas suficientes, como lo fueron los fujimoristas.
¿Es esto lógico? En Raffo sí. Lo ilógico es que hayamos caído varias veces en el mismo hoyo. Tal vez porque este Congreso no deja más alternativa que jugar a la ficción de una comisión con mayoría opositora, donde una parte de esa oposición a lo que más se opone es a poner en problemas al gobierno. Raffo ha mecido al presidente de la comisión, a la representación nacional y al país en su conjunto, no sólo usando una forma que ya se le conocía, sino valiéndose incluso del mismo socio: Rafael Yamashiro, que también concursa para idiota del año con su declaración de que un virus informático le borró el informe, que nunca existió, pero que fue el pretexto para correrse del dictamen de la presidencia y el grupo técnico de asesoría.
En realidad el único misterio que hay aquí es saber qué es lo que están recibiendo el partido del ex dictador y la derecha política, por no acusar al gobierno. Esa es la clave de la “anticorrupción” en el Perú: que siempre se puede negociar sobre ella. Todo consiste en tomar distancia del escándalo, en desprestigiar al que investiga, en empezar a encontrar justificaciones, en hablar de que no hay suficiente prueba, en sugerir que uno no se presta a las desestabilizaciones, etc. En sustancia que “no se buscaba a los corruptos, sino la verdad, y ahora estamos satisfechos porque la verdad es que no sabemos quién es el corrupto en este país”
11.01.09
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