Hay quienes a la distancia, no sólo física, sino histórica, pretenden que la intervención israelí sobre territorio palestino de Gaza, es expresión de una guerra religiosa, algo así como el choque de civilizaciones y culturas de que hablaba Huntington. Es un error, tanto porque no hay ninguna guerra en esa zona, sino una desenfadada masacre, con pequeños focos de resistencia irregular, es decir no hay dos ejércitos peleando sobre el terreno, sino uno solo destruyendo todo lo que puede; como porque ninguno de los actores implicados pretendería ni en sueños imponer su credo a la otra parte. Aquí no están enfrentados Jehová con Alá, sino un Estado teocrático, militarista y racista, respaldado con el armamento y el poder político de los Estados Unidos, con un pueblo sin Estado y sin la mínima proporcionalidad de defensa.
No sé en que religión se sustenta el principio que aquí ha repetido varias veces el embajador israelí de que lamentablemente deben bombardear escuelas, hospitales, mezquitas, porque dentro de ellos se esconden los milicianos de Hamas, lo que equivale a desarrollar una acción militar sin ninguna regla y pretender además que los demás somos estúpidos como para reclamarle a Hamas que salga al llano para que los maten. Es Israel el que ha adoptado el criterio de la “guerra hasta el final”, asumiendo las consecuencias de una mortandad civil (por lo menos diez civiles por cada elemento armado), con tal de mostrar que la fracción Olmert-Barack, puede ser tan dura como la de Netanyahu que aspira al gobierno en febrero con las banderas de la dureza. El sionismo no es una corriente religiosa, sino una ideología colonial, sobre el derecho de Israel de pasar por encima de lo que sea, bajo el supuesto de que sobre los judíos pasó todo el mundo en otras épocas, sólo que ese fue un problema principalmente con los europeos y los cristianos, y no con los árabes e islámicos que son los que pagan el pato.
La Palestina es un pueblo negado y despojado. Cualquiera puede partir la historia y decir que ayer la bomba fue de Hamas o de Fatah, o de cualquiera que viene de Gaza o Cisjordania e iniciar una represalia brutal y desproporcionada contra los que no produjeron el atentado, con lo que dejarán centenares de niños y jóvenes cargados de odio, venganza e impotencia, capaces de hacer volar la siguiente bomba. Hoy mismo, Tel Aviv y Washington coinciden en que la ofensiva asesina no debe cesar hasta que anulen la posibilidad de que Hamas vuelva a lanzar cohetes sobre territorio de Israel. ¿Y alguien cree que con eso se agotará la resistencia? Cuando les tiraron piedras les contestaron con tanques, cuando un iraquí lanza su zapato lo condenan a quince años de prisión. ¿Qué va a pasar? Nada más que un palestino, un iraquí, un árabe con algo de orgullo dirá que de todos modos van a tener que morir sin que nadie los escuche e ingeniará otra manera de castigar a su verdugo.
La única forma de que Israel no tenga palestinos resistiéndole es que eliminen al último de ellos. Por lo menos en la lógica con que ahora se manejan las cosas. Obviamente existe el camino de la paz con respeto, del reconocimiento del derecho del otro, de las sociedades que se abren y se reconcilian. Pero eso parece cada vez más lejos. Mientras el militarismo gane las elecciones en Israel, estimulará a los sectores más resistentes al otro lado y el desangramiento seguirá adelante. ¿Guerra religiosa? Nada que ver. Es la vieja lucha del poderoso contra el débil, que normalmente es contada por el primero.
06.01.09
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