Mientras las empresas exportadoras siguen reduciendo personal porque no hay mercado al que vender espárragos, textiles y otros productos, especialmente en Estados Unidos, el gobierno y la ministra de Comercio se agitan para terminar la faena del TLC que dicen que producirá empleo (¡!!) y atraerá inversiones de un mundo en crisis.
Que Rangel y otros miembros de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos hayan objetado la entrada en vigencia del TLC porque el Perú aún no cumple con los estándares laborales a que se había comprometido, pone las cosas nuevamente a como estaban en el 2007. Si se recuerda, después que los demócratas ganaron la mayoría del Congreso, el TLC Bush-Toledo-García, fue puesto en revisión porque desde las dos cámaras norteamericanas surgieron críticas sobre las políticas laborales y ambientales que se aplicaban en el Perú.
La repuesta peruana que también debería permanecer en la memoria de todos, fue que aquí teníamos una normatividad laboral mejor que Estados Unidos, que habíamos firmado todos los convenios de OIT que habíamos podido, incluido los llamados ocho derechos fundamentales, y que era en la gran potencia del norte la que estaba en déficit de convenios, pero que en fin podíamos seguir firmando lo que se nos pusiera en la mesa. Y, así fue, a mediados del 2007, los negociadores norteamericanos (demócratas y republicanos), y los peruanos (tecnócratas del gobierno aprista, varios de ellos que trabajaron con Toledo y Fujimori), aprobaron unas addendas que modificaban el acuerdo original y que el Ejecutivo y el Congreso peruano votaron sin leerlas.
Ese ha sido, ciertamente, toda la ruta del TLC: negociarlo en secreto; nunca informar de su contenido; votarlo en una sola noche sin debate; cambiarlo y volverlo a votar sin discusión congresal; autorizar legislar por decreto para su implementación; resistirse a revisar los decretos armados con la asesoría de las empresas interesadas; y terminar sacando el último lunes una ley sobre “las cosas que faltan”, con implicancias en diversos temas (comercio, forestal, propiedad intelectual, salud, etc.), que tampoco pudo analizarse “por falta de tiempo”. Una y otra vez el gobierno ha tratado al Congreso, que ha permitido que así sea, como un poder minusválido que solo tenía que aprobar sin revisar lo que estaba votando.
Pero, ¡oh, sorpresa!, tantas muestras de falta de dignidad, para que otra vez nos recuerden desde Washington que nuestros potenciales socios siguen insatisfechos. Lo que quiere decir, de una parte, que se han dado por fin cuenta que los peruanos firman cosas que no cumplen, que podemos estar adheridos a la mayoría de convenios internacionales, pero que somos el país con mayor número de quejas por incumplimientos ante la OIT; que decimos que todos pueden sindicalizarse, pero se siguen botando trabajadores y trabajadoras por hacerlo; que legislamos contra los services y luego dictamos otras normas que mantienen una tercerización masiva; etc. O sea, si pensaban que los gringos eran distraídos se equivocaron.
Y, añaden, además que el gobierno de Bush no puede ponerse “plazos imposibles”, es decir hacer correr las cosas para que la entrada en vigencia llegue antes del 20 de enero (día del cambio de mando e inicio del gobierno Obama), pero aquí estamos desesperados en sacar leyes y reglamentos antes de esa fecha, para que el bueno de George W. Bush se vaya con el TLC funcionando. Y todo esto además en medio de discursos conmovedores de ministros y congresistas sobre las ventajas que nos llegarán con el TLC en los próximos días, cuando el comercio con los Estados Unidos está cayendo dramáticamente por la crisis internacional.
Ómnibus de varios cuerpos
La ley que aprobó el Congreso “para la implementación del TLC”, el último lunes, que abarca la modificación del código penal (aumenta las penas para los que comercializan software piratas), la ley del ambiente (promueve las concesiones forestales), la ley de salud (sobre los datos de prueba de las medicinas), los derechos de propiedad intelectual sobre los conocimientos de las comunidades, las facilidades de comercio, etc., constituye bastante más que una norma ómnibus con múltiples pasajeros. Es, más bien, un verdadero tren de asuntos disímiles, muchos de los cuales requerirían votaciones calificadas por tratarse de cambios en leyes orgánicas, y probablemente modificaciones en la Constitución. Pero, como se ha hecho costumbre, basta invocar el TLC, y que ya se va Bush, para sacarle cualquier cosa al Congreso, y para que se renueve la alianza neoliberal y entreguista del APRA, fujmorismo y el PPC.
16.01.08
www.rwiener.blogspot.com
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