En el 2006, Alan García realizó un faenón electoral al colarse en una puja que era sólo de a dos y en la que él llevaba la marca de un 70% de peruanos que decían que nunca votarían por el ex presidente después del desastre que fue su primer gobierno, y transformar el “peligro inminente” que las derechas habían armado sobre Humala para forzar un voto por el orden, en la ventaja del “mejor candidato” que era el único capaz de detener tamaña amenaza.
El 2007, el arte de la prestidigitación política se dirigió a convertir al crisis de la educación peruana en el problema de los maestros burros que no tienen razonamiento matemático y comprensión de lectura, y que son respaldados por su organización sindical para no ser evaluados y reempalzado, con lo que consiguió la ilusión de que por lo menos en un sector se hacía algo, lo que colocó a Chang en el primer lugar de popularidad de los ministros, a pesar de que hasta hoy la educación sigue igual que hace tres años.
Efectivamente, ni García candidato era una alternativa, un cambio responsable o cualquier cosa que pareciera una oferta de gobierno, ni García presidente tenía una idea de lo qué se debe hacer con la educación. Pero que engatusó a mucha gente, ciertamente lo hizo. Y ha vuelto a hacerlo en el 2008 donde la operación política más importante es la que puede resumirse en el siguiente concepto: servirse del ex izquierdista radical de los 80 y moderado izquierdista de los 2000, con prestigio regional y ambiciones presidenciales, para sacar al APRA del centro la crisis de los petroaudios que alcanzaba a casi todos sus ministros.
Este faenón bravazo dejo estupefactos a muchas personas: ¿por qué un primer ministro de izquierda cuando se está cada vez más a la derecha?, ¿qué quiere García dándole poder a un Simon que no tenía medios para actuar en política nacional?, ¿hay una alianza para el 2012, o se trataba más bien de quemar a un posible candidato? Si se mira lo que pasó entre octubre y diciembre de 2008, lo primero que salta a la vista es que García pasó de un relativo perfil bajo y una clara actitud a la defensiva, a volver a ocupar todo el escenario político quitándole todos los espacios a Simon y sus ministros.
Ha sido casi como una división del trabajo: las explicaciones sobre los actos del gobierno más controversiales y desgastadores, así como de los retrocesos, las metidas de pata, propias y ajenas, han estado a cargo del chiclayano, y los discursos económicos, sociales, faranduleros y otros del más voluminoso demagogo peruano de todos los tiempos. Ahora ya el país se acostumbró a un García que regresa imponente y un Yehude que se despinta cada día. Y como para sellar la faena con una remuneración de éxito, el presidente hace una nueva invitación para que todo opositor venga a su gobierno a traerle sugerencias.
Hagan como mi primer ministro, que… ¿cómo se llamaba este hombre que nombré en octubre, Mauricio? Ah, sí, Simon, Yehude Simon, y verán cómo queda su futuro político.
04.01.09
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