¡Y todo por la codicia de unos cuantos tipos!, exclama Althaus, pleno del patetismo que suele afectar sus intervenciones.
Sobre eso no voy a opinar, le retruca Abusada, porque de lo que estás hablando es de la esencia del capitalismo. Sin codicia no se puede explicar el crecimiento y la acumulación de riquezas.
La codicia está en la base del sistema: banqueros que quieren ganar miles de millones y ejecutivos que se conforman con algunos cientos de millones de verdes, y que para ello son capaces de fraguar masivas operaciones de crédito sin respaldo. Y está también en el epicentro de la crisis, porque induce a rebajar cada vez más los controles y a dejar las manos libres de los que no se sacian con mucho dinero sino que buscan seguir “creciendo”.
Obviamente que para que un sistema así tenga sentido, la afirmación clave es que lo que se premia es el riesgo calculado y la eficiencia de la gerencia. ¿Y qué es lo que se ha caído este nuevo septiembre negro de Wall Street, sino son estas dos ideas básicas? Ya no hay riesgo para operaciones en gran escala porque estas deben ser “rescatadas” por el Estado (el contribuyente) para evitar el peligro sistémico; y que la eficiencia jugadora de los actores del mercado se descubre en algún momento como aprovechamiento delictivo del ahorro y la confianza de los demás.
El problema es cómo se retrocede de los paradigmas centrales del sistema: (a) que deben haber cada vez menos controles, para que el mercado funcione libremente; (b) que toda intervención estatal es ineficiente (pero le encargan nada menos que salvar a todos); (c) que las actividades económicas en manos del Estado y los bienes públicos deben transferirse a inversores privados (es el caso de las grandes inmobiliarias) porque serán mejor utilizados; (d) que es pecado pensar en un regreso a la propiedad estatal en cualquier circunstancia; (e) que toda deuda debe pagarse, aunque se caiga el mundo; (f) que el Estado no debe usar fondos públicos para cubrir fracasos privados; (g) que vender al mercado de Estados Unidos es siempre la mejor estrategia de comercio para países chicos y medianos; etc.
Nada de esto puede sostenerse ahora con la cara dura con la que se hacía hasta hace muy poco. ¿Pero hasta dónde se van a corregir estos dogmas? Ya se escucha la consabida excusa: ¿acaso Bush era liberal?, ¿o Clinton?, ¿o Pinochet?, ¿o Menen?, ¿o Fujimori? O sea nadie que haya gobernado y que haya practicado –a través de la tecnocracia de estilo (Paulson, Greespan, Büchi, Cavallo, Abusada y otros)-, la doctrina del libre mercado, dirá que es la ortodoxia la que ha muerto después de las muchas crisis que han causado. Pero hoy más que nunca los paradigmas están en el suelo.
05.10.08
www.rwiener.blogspot.com
2 comentarios:
Hace 2 noches, un obeso señor Tafur, en el programa nocturno de América TV, proponía aplicar rigurosamente el neoliberalismo económico en el Perú, ya que según él, lo aplicado hasta hoy por Fujimori, Toledo y García, es sólo un remedo de neoliberalismo. Con el entusiasta asentimiento de Palacios y de Aldo eMe (a quien el fantasma de Humala Presidente el 2011 no le permite dormir tranquilo), los neoliberales quieren que se aplique más de lo mismo. Lo cierto es que García ha aprobado el TLC con EEUU en el peor momento, pues ahora se reducirán las exportaciones hacia EEUU, por la recesión en ese país, y los ingresos por la venta de minerales mermarán, por reducción de la demanda. En contraparte, el Perú recibirá mercadería de EEUU (país ávido en vender sus excedentes de producción), incluyendo su basura transgénica. Absolutamente lábil a los vaivenes económicos internacionales, el futuro de un país sin autosuficiencias energética ni alimentaria (las cuales son "obsoletas", según el conspicuo neoliberal Boloña) es de pronóstico reservado.
García parece aquejado de un mal de extemporaneidad. Fue populista cuando esa especie estaba extinguida en el continente. Y neoliberal, cuando la fórmula del consenso de Washington retrocedía en el mundo. Fue gastador cuando no había plata en el Estado y quiso ser austero cuando había que gastar. Hizo el TLC cuando Estados Unidos declinaba en todo orden de cosas, incluidas nuestras exportaciones a ese país. Ahora es aliado de un Bush que se cae. Se aleja de UNASUR cuando se fortalecen los bloques regionales. Y podría haber un largo etcétera para intentar comprender a este hombre que imagina que la grandilocuencia es sabiduría. Y que los países se pueden dirigir con golpes de inspiración.
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