viernes, abril 03, 2009

El presidente que ordenaba matar

El abogado Nakasaki basa su defensa de Alberto Fujimori en dos argumentaciones básicas: (a) en la posición de presidente de la república se tiene el comando (la estrategia) más no el mando de las acciones que realizan las Fuerzas Armadas; por tanto se puede lustrar el mérito de la victoria militar, sin tener que inferirse que un desvío de las operaciones hacia actos reprobables (asesinatos), pudiese haber estado bajo el control de la primera autoridad; (b) que siendo que la estrategia “limpia”, a saber rondas en el campo y captura de principales dirigentes sin bajas, se cumplió exitosamente, para qué tendrían que haberse producido muertes innecesarias de otras personas, como las de La Cantuta y Barrios Altos.

Es cierto que en una entrevista radial de abril del 2000, el propio Fujimori rebatió el primer argumento al reafirmar que en su condición de jefe supremo, el “mandaba” y “subordinaba” a las Fuerzas Armadas, y lo hacía de manera vertical, sin discusiones. Hay dos ejemplos que pueden ponerse sobre este asunto, que no admiten discusiones: primero, el del 5 de abril de 1992, cuando el presidente ordena movilizar la tropa contra el Congreso y otros poderes del Estado, y le responden, incluso por encima de la Constitución, escudándose en que se trataba del “jefe supremo”. Segundo, el de la Operación Chavín de Huantár, para el rescate de los rehenes de la casa del embajador japonés, que no se realiza hasta que Montesino que estaba en el túnel recibe la orden del presidente. Ahí el poder del supremo es tan absoluto que decide mandar a través de un civil, que ostenta el cargo de asesor, pero que todos saben que habla por el gobernante.

En muchas de las declaraciones de los miembros del grupo Colina, Tanto cuando Martin Rivas y Pichilingue declaran para Umberto Jara, como cuando los miembros operativos lo hacen en la audiencia, se usa la expresión de que la orden venía a través de Montesinos y bajo la directiva del presidente. Este era el modo de actuar. O sea, Fujimori dispuso una estrategia que, como dijimos ayer, buscaba separar las organizaciones armadas de la población y hacer vulnerables (y capturables) a los dirigentes, para lo cual se infiltró organizaciones, se apoyó la formación de rondas, y se buscó eliminar los distintos niveles de lo que consideraban “colaboradores” de la subversión que eran los que hacían de nexo entre la subversión y la masa. Ya dijimos también que este concepto era tan ancho que permitió atacar a todo lo que dificultaba la estrategia, por ejemplo, periodistas que defendían los derechos humanos, como en el caso Yauri en Huacho, o sindicalistas que molestaban a los fujimoristas (caso Santa) y a gente inocente (incluido un niño en Barrios Altos, señoras en una pollada, estudiantes que habían molestado a Fujimori en una visita previa a La Cantuta, etc.)

Rivas explica este punto como la necesidad de lanzar mensajes al enemigo y de decirle que le estaban respondiendo golpe por golpe. Y lo que debemos anotar es que tomados por separado los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta, ciertamente, parecen de locos sin sentido. Pero es así si se les aísla del clima de violencias y contraviolencia que había a comienzos de los 90. Son muchas personas que murieron sin que se sepa quién los asesinó, pero siguiendo su historia personal se ve que algún tipo de relación tenían con la guerra. Hay otras formas de probar que esto fue una estrategia:

- ¿Quién decidió que Montesinos fuera un poder militar en la sombra (recuerden las actas de sujeción de los generales y almirantes) y dispusiera de recursos y fuerza operativa propia?
- ¿Quién dictó las leyes del Sistema Nacional de Inteligencia que crearon la llamada “inteligencia operativa”, que ya no sólo identificaba al enemigo, sino actuaba por su cuenta sobre él?
- ¿Cómo es que el “grupo de análisis” congratulado por Fujimori, se convierte en pocos meses en el ejecutor a sangre fría de la matanza de Barrios Altos?, ¿no es que ya habían “analizado” lo que debía hacerse y el presidente les dijo muy bien hecho, muchachos, procedan…?

04.04.09
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Juan A. Cavero G. dijo...

En estos días, la opinión pública está atenta a la sentencia que emita el tribunal en el llamado "megajuicio". Como parte del manejo mediático, el vocero oficial de la mafia proclama que al reo “lo van a crucificar en semana santa”. En general, tanto los fujimoristas abiertos como encubiertos, juegan con el concepto, supuestamente atemorizante, que una sentencia condenatoria elevará en las encuestas a la hija del delincuente. Por tanto, lo mejor sería, según esa matriz de opinión, que al sujeto japonés se le absuelva, para evitar que la hija suba en las encuestas. Claro, este tipo de opinión oculta que el fujimorismo, al igual que el aprismo, tiene un techo electoral que nunca podrá superar en una primera vuelta. Las esperanzas de los reaccionarios están puestas en una “santa alianza” del Apra, el fujimorismo y Unidad Nacional, que impida el ascenso de Humala a la presidencia. Pero la cosa no es tan sencilla, pues como bien sabe el Apra, en su unión con Odría, en política no siempre 2 más 2 es 4. De manera que es poco viable que la derecha se presente con un solo candidato para enfrentar a Humala. Le quedaría entonces la opción de jugarse en una segunda vuelta, apelando al temor de un sector de la población, al “mal menor”, que según las encuestas sería la susodicha. ¿Estará la mayoría dispuesta a elegir como presidente a la hija del delincuente, del cual, para todo efecto, será su testaferro? Es muy probable que las próximas elecciones definan la capacidad (o incapacidad) de la ciudadanía para hacer viable la democracia en el Perú.