Giampietri es un perseguido político que ocupa la primera vicepresidencia del país y tiene el respaldo de la mayoría parlamentaria, sin contar que el gobierno del que forma parte tiene jueces y fiscales en el bolsillo, medios de comunicación en la cartera y empresarios haciendo turno para la foto con los gobernantes. Y que el comandante general del ejército promete en público mover la tropa si continúan los vientos de guerra en contra de su admirado almirante.
A Giampietri lo persigue una jueza malvada de apellido Villa Bonilla, que lo cita como testigo a pedido de un acusado. Y el almirante dice que no va. Le responden que vaya. Pero él insiste, que no va. Molesta la jueza le recuerda que en esos casos los citados son llevados ante el representante judicial, de grado o fuerza.
Por lo que el marino vuelve al Congreso, al que pertenece, pero normalmente no asiste, y plantea su patético caso: no quiero ir pues, que no me citen, estoy ocupado, tengo que reemplazar la presidente, vestirme de marino, arengar soldados, me están faltando el respeto, soy un típico perseguido político.
Y el Congreso reacciona ante la violación de los fueros. Vuelan preguntas: ¿son los congresistas y vicepresidentes, iguales a los demás? Por supuesto que no. Si no se les puede detener, salvo flagrante delito, ¿por qué van a tener que responder como testigo ante una simple juez? ¿Y por qué van a pagar sus deudas? ¿O hacer una simple cola?
Claro, algunos dicen que hay que consultarles por teléfono si quieren que los visiten en sus casas o en sus oficinas; pero otros más expeditivos dicen que si Giampietri asegura que no tiene nada que ver, para qué va a ir. ¿Y si todos hiciéramos algo parecido?
¿Quiénes persiguen al almirante? Fuera de la juez Villa Bonilla, está, según el mismo almirante, el buen Vitocho, que no mata una mosca, porque nunca da en el blanco, pero se atrevió a hablar y conoció la ira de Giampietri. Y, de acuerdo a la versión de su diario favorito, “La Razón”, en el "complot" también está el IDL, Aprodeh, los caviares en general. Es decir los más poderosos sectores del país. Esos que no le perdonan haber vencido al terrorismo, proceso en el que cada vez que se le pide explicar algo, dice no sé, no estuve allí, no tengo ni idea; como en el Frontón en 1986, donde era jefe de las fuerzas operativas que realizaron el asalto a los pabellones, pero él no sabe nada y a lo sumo es un testigo que vio de lejos.
¿Y quiénes votan para salvarlo de las fauces de sus enemigos y consagran que acudir a una citación judicial es rebajar el respeto que nos merecemos y que eso sólo lo puede hacer un simple mortal? Pues, los fujimoristas que también se consideran perseguidos porque nunca robaron un centavo al fisco y jamás violaron derechos humanos (en todo caso fueron Montesinos y los militares, sin que el gobierno se diera cuenta) y los apristas que parece que están practicando para cuando los persigan a ellos.
En resumen, al almirante victorioso no le da la gana de presentarse a la justicia, si quiere la justicia que se presente ante él. Valle Riestra se ha empachado de palabras otra vez con eso de la majestad del parlamento, al que quiere renunciar, pero la conclusión que leen todos es que se ha inclinado ante el poder militar que lo encarna más que nadie el marino en retiro.
…
Sólo exijo respeto es una frase que se escucha muy frecuentemente en las películas de gansters. Pero si se trata de ello, ¿por qué no hay respeto a los alcaldes que son autoridades elegidas por el pueblo tan igual como el presidente de la república, los congresistas y los presidentes regionales, y ninguno le debe nada al otro, pero García se permite excitar a la población con la relación de sus sueldos, tomando en sus manos una atribución que no tiene para rebajarlos?
¿Por qué ahí no eran importantes las formas: elaborar un proyecto de ley, debatirlo en el Congreso, recabar la opinión de los involucrados, recoger otras opiniones, etc.? Porque, obviamente, si hacía eso perdía la posibilidad de ganarse puntos de adhesión a costa del deterioro de la imagen de los otros.
¿Por qué no hay respeto hacia los maestros peruanos que han sido oficialmente declarados burros y no merecedores del magro salario que perciben, desde el más alto niveles del poder?
¿Por qué el presidente no respeta a los técnicos del INC que recomiendan un aforo determinado para no dañar Macchu Picchu y se burla en público, reclamando que no haya límites en la venta de boletos?
¿Por qué no respeta a sus ministros, viceministros, directores generales, a los que desmiente en público y hace pasar por una escuelita de domingos para obligarles a reírse de los malos chistes que cuenta mientras explica su reforma del Estado?
¿A qué viene este espectáculo de presidente que zarandea a todo el mundo y luego aparecen vicepresidentes y congresistas vejados por ser citados como testigos (¡¡)?
De veras en el Perú no somos iguales. Estamos redefiniendo nuestra jerarquía ante la ley. Y re-identificando dónde está el poder y dónde no debe estarlo. Para eso ha servido este cuarto de hora de fama del almirante, en que todo el Estado se puso a sus pies.
30.03.07
www.rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario