Lo que enseñó el proceso para eliminar La Parada y trasladar
el comercio mayorista al mercado de Santa Anita que se postergó casi cuarenta
años, es que hacer la reforma y cambiar los males ancestrales es muy difícil,
no sólo porque toca intereses concretos y núcleos feroces de resistencia, sino
porque la batería política y mediática de la derecha ya optó hace tiempo por
jugar a que la gestión de Susana Villarán fracase. Primero las mafias y el
desorden urbano, antes que la alcaldesa de izquierda, a la que llaman inepta y
holgazana, demuestre que es todo lo contrario.
Esto se está repitiendo con la reforma del transporte. A un
lado está el municipio con un plan trabajado seriamente durante años, con
concesiones establecidas mediante contratos que fijan obligaciones para los
consorcios operadores, con corredores y rutas complementarias bien definidas,
con los buses iniciales en la calle, dispuesto a enfrentar la maraña de
intereses del viejo sistema de transporte que no quisieron asimilarse al cambio
y que hicieron numerosas convocatorias a paro, fracasando olímpicamente. Una
reforma decisiva para cambiar la ciudad y elevar la calidad de vida de las
mayorías que usan el transporte público.
Pero, como ya se sabía, la reforma no llega de una sola vez,
sino por etapas, y tenía que enfrentar a sus enemigos directos: Rau Rau, Orión
y otros, y al mismo tiempo sobreponerse a la inercia de muchos años que hace
que la población, sobre todo la menos informada, le tema al cambio por
múltiples razones: modificación de tarifas, desaparición de la “china” para
rutas cortas, trasbordos, desconocimiento de las nuevas rutas, etc. Temores
válidos que se han expresado en desorden y desorientación los primeros días de
introducción del sistema.
Pero el problema se agrava cuando los medios que saben de
qué se trata; que conocen de la experiencia de otros países (Chile, Colombia,
Ecuador) que han producido reformas similares con dificultades iniciales como
las que hoy se dan en Lima; que muchas veces han escrito o hablado sobre las “combis
y las coaster asesinas”; salen a recoger acríticamente el malestar y la
desorientación de mucha gente para construir la idea de una reforma fallida,
improvisada y electorera. Saben que no es así, que la reforma ha tomado varios
años de preparación y que no se está haciendo a la loca, sólo porque se vienen
las elecciones. Pero como sus reflejos son antivillaranistas, siguen adelante.
Que fracase la reforma y que se quede lo viejo, pero que Villarán no gane las
elecciones.
Ahí además se está metiendo el partido de Castañeda que es
la expresión de las mafias, las conductas lumpen y el conservadorismo urbano
(que todo quede igual), haciendo ahora de boicoteadores de la reforma poniendo
vehículos para sustituir a los municipales, promoviendo bloqueos y
enfrentamientos. Al mejor estilo de la revocatoria. La mafia que quiere
controlar a la ciudad.
06.09.14
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