sábado, marzo 05, 2011

Occidente y la crisis árabe

Hay varias maneras de acercarse a la actual crisis árabe. Una de ellas, es entenderla como la primera manifestación de rechazo de la periferia a los efectos destructivos de la crisis internacional, que ha llegado a los países del norte del África y el cercano oriente arábigo, a través del incremento de precios de los alimentos, desplomando los niveles de vida de la población.

Otra mirada es la que relaciona la crisis con los procesos de democratización. Algo así como que la onda que derrumbó en 1989 los regímenes de partido único en Europa del Este y que llevó al retiro de las dictaduras latinoamericanas durante las transiciones de los 80. Así las dictaduras pro Estados Unido de Egipto y Túnez, y la post izquierdista de Gadafi, valdrían lo mismo y recibirían igual destino.

Hay una tercera idea, según la cual esta rebelión es una expresión de la modernización de sociedades muy tradicionales, las que han vivido con toda intensidad la revolución de las comunicaciones y el contacto con los celulares y la internet que cambian la perspectiva de información y comunicación de las personas.

Todas estas visiones tienen algo de verdad, pero reflejan una lógica occidental para comprender realidades complejas, en las que están implicadas muchas otras variables: religiosas, tribales y, nacionales. Desde lejos es difícil percibir el profundo resentimiento de los árabes por la sucesión de derrotas y abusos de su historia reciente.

El interminable martirologio palestino y el azote continuo de Israel sobre el sur de Líbano, la invasión de Irak y la desaparición del Estado en ese país, la guerra de Afganistán y su rebote sobre Pakistán, la presión sobre Irán, son elementos constitutivos de la mirada árabe y musulmana sobre el mundo actual, cargada de resentimientos que hace imposible la mera occidentalización de los países que ven caer a sus viejos gobiernos.

La crisis árabe tiene componentes económico-sociales, democráticos y juveniles, qué duda cabe, pero que los líderes religiosos no hayan querido ocupar toda la escena como ocurría antes, no quiere decir que no haya una conciencia de que la identidad de los habitantes de esta parte del mundo incluye necesariamente el abrumador sentimiento religioso de estas poblaciones.

Pero más importante de ello es el dato de la afirmación nacional. Mubarak, Ben Alí, como los reyes petroleros están pagando sus culpas por haber aplastado el orgullo nacional de los árabes y someterse a los poderes extranjeros. En cierta forma Gadafi también está siendo castigado por la incongruencia entre su viejo discurso y su conciliación real con las grandes potencias.

Y es por esto, además, que si algún error podría ser fatal para Estados Unidos y Europa sería intentar hacer realidad su amenaza reiterada de intervención en Libia, a través de fuerzas militares de ocupación. Un nuevo Irak sería insostenible para Washington. Pero no hay forma de que una intervención pueda resolver rápidamente la construcción de una nueva organización estatal.

La crisis libia ya quebró los equilibrios entre las tribus locales y acabó con el poder centralizado de Gadafi. Un escenario equivalente al que se produjo después de la caída y muerte de Hussein y la disolución de su ejército. O, para ir más atrás, el que reventó en la ex Yugoeslavia con las trágicas consecuencias que se conocen.

Estados Unidos puede participar mediáticamente en la crisis libia. Ahí por cierto han logrado sonoras victorias, como la de convertir la derrota de sus aliados en la calles, en una propaganda diaria sobre el odio popular contra un gobierno dizque izquierdista; presentar a los militares como los nuevos demócratas de Egipto y a las tribus rebeldes fuertemente armadas del este de Libia como el pueblo rebelado.

Pero las batallas mediáticas inciden poco en los acontecimientos reales, aunque sean útiles para traer el debate a otros lugares como el Perú donde ser chavista es dudar de la información de las agencias occidentales, que dicen haber visto bombardeos aéreos, que no han sido verificados con ninguna prueba.

Un diplomático árabe que hablaba antes de la crisis subrayó su convicción de que se venía una gran conmoción y que la caída del primer gobierno arrastraría hacia el abismo a otros. A lo que agregó una reflexión: cualquiera que sea el gobierno que caiga, la situación que vendrá después será peor que la que hoy tiene Estados Unidos.

07.03.11
www.rwiener.blogspot.com

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