El mayor problema para la cultura política del Perú no es que exista la montonera fujimorista inventando terrorismos todos los días para luego pasar a ver cómo les va en las encuestas, sino la fujimorización acelerada del discurso político y de la información de prensa. Me refiero por supuesto a ese vergonzoso espectáculo toledista de desmentidos y yo no fui, que emprendió el mismísimo ex presidente cuando pretendió algo así como que los beneficios carcelarios que otorgó su gobierno para los procesados por terrorismo, tenían la trampita de que se podían negar durante la evaluación del INPE y por eso era al actual gobierno al que había que preguntarle, porque él “no liberaba terroristas”.
PPK vino después, afirmando que al ex primer ministro no había que hacerle preguntas porque él no estuvo de acuerdo, sino al ex de Justicia, que aunque parezca mentira fue Fernando Olivera. Y, por supuesto, este último llegó al paroxismo cuando alardeó que fue quién le quitó la torta de cumpleaños a Elena Iparraguirre y la separó de Guzmán, botó al embajador de Estados Unidos cuando le pidió por Berenson y resultó el más malo entre los malos. O sea sobre la ley de beneficios, tampoco, nada que ver. Sólo el ex ministro Fausto Alvarado tuvo algo de coraje moral y aseguró que en todos los sistemas carcelarios democráticos hay beneficios, y forman parte del proceso de readaptación, ya que para obtenerlos hay que esforzarse para ser evaluado objetivamente (y sin trampita) y esto se traduce en buena conducta y deseo de superación, que es lo que se ha visto en los 2000 a diferencia de períodos anteriores.
Claro que contra esta sencilla reflexión se alza el argumento fujimorista de que los terroristas no se arrepienten, no cambian, no pueden salir de la cárcel jamás. Y lo que tenemos, como he marcado más arriba, es a muchos políticos creyendo que pueden competir con ellos en derrotar cada que pueden al derrotado, y a demasiados colegas haciendo el juego del “rebrote” y la “ofensiva terrorista” cuyas expresiones más radicales son el libro de compendio de apuntes del proceso penal contra “Gonzalo”; la mudanza de Lori Berenson y su hija a un departamento de Miraflores; el pedido de beneficios de Morote, cuando le faltan dos años para cumplir toda la condena; la marcha de treinta personas en San Marcos con banderas pidiendo amnistía; una requisa brutal en la cárcel de mujeres (presentada como una resistencia) y que quisieron hacer creer que había encontrado razones para negarle la libertad provisional a Maritza Garrido Lecca, pero ya se la habían negado días antes (otra trampita); un reconocimiento de costas judiciales a la familia de la Berenson de mayo del año 2006; etc.
Como se ve hemos estado cerca de la toma del poder por Sendero Luminoso y no pocos exaltados han dicho que Fujimori tenía razón y por eso lo persiguen, y no por formar el grupo Colina, ordenar muertes de las que nunca se ha arrepentido, y desfalcar la caja pública como jamás antes se logró hacer en un país con muchos ladrones. ¿Y quién sale al frente a decir que todo esto es un montaje para manipularnos? Y que la proyección de esta manipulación es la violación de nuestros propios derechos al erigir un sistema con mucho menos garantías (condenar la CIDH, permitir la arbitrariedad legal, aumentar el miedo antiterrorista). Nadie en el campo de la supuesta democracia de los Cuatro Suyos que enfrente el disparate asociado a la mentira. Y un gobierno en salida que cada vez más parece el de la entrada de Keiko y Kenyi.
21.07.10
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