Ya podemos imaginar la diferencia entre una y otra cosa. Pero para que lo que aquí veníamos diciendo, lo que es totalmente seguro es que el discurso no aclarará los numerosos misterio de dinero en que anda metido este gobierno, entre ellos la reciente licitación de Essalud, por 14 mil millones de doles, para la construcción de dos hospitales, en la que figura como ganadora la empresa BM3 Obras y Servicios SA, de propiedad nada menos que de Fortunato Canaán. Ilusamente, algunos pensamos que nos habíamos librado del dominicano de la cresta, cuando favorecido por el juez Barreto y en combina con García vino al país (noviembre del 2009) y se fue sin decir nada, logrando que le levanten la interdicción.
Se esperaba por cierto, que la inscripción fraudulenta que Canaán obtuvo para contratar más allá de sus posibilidades de parte del CONSUCODE (hoy OSCE), le hubiera sido retirado, y que la directa actividad de corrupción de funcionarios e injerencia en política interna que se evidencia en los petroaudios, lo había por lo menos descartado para futuros negocios con el Estados peruano. Pero no, la filosofía de “respondo con obras”, también incluye que no tengo que responder por mis relaciones corruptas. Si después de tanta vuelta y tantos muertos y heridos en el camino: Del Castillo y Garrido Lecca en desgracia, León en la cárcel, Químper negociando salir de la detención domiciliaria con información sobre Toledo, BTR fuera de combate con rebote sobre Giampietri, etc., el sapo de Canaán sigue teniendo una extraordinaria influencia como para recibir aún más de lo que se proponía originalmente: ¿qué clase de influencia tiene que estarse jugando y a qué nivel del poder político?
Es verdad que cada vez que nos aproximamos más al final del segundo gobierno aprista tenemos una mayor combinación de optimismo y desvergüenza. Las obras a apuro (a entregar antes que acabe el gobierno), por supuesta emergencia y con proveedores definidos a dedo están en pleno apogeo. Y lo que es peor, hay un cierto consentimiento de que así sea. Tal vez sea que no nos acostumbramos a un Estado con dinero como el que hemos tenido los últimos años y a que estamos demasiado acostumbrados a realidades dolorosas que conviven con nosotros como los niños que mueren de frío en las alturas y la gente que se alimenta con lo que puede.
Responder con obras a la inmensidad de los problemas de desigualdad, exclusión y miseria que padecen la mayoría de los peruanos es un redondo engaño, como se ha mostrado muchas veces en la historia. Pero hacerlo a hechos concretos de corrupción y asociación mafiosa que todos hemos visto y que permanecen no sólo impunes, sino vigentes, es mucho peor. Ya no es optimismo. Es falta de vergüenza.
25.07.10
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