Pocos han caído en la cuenta que en el caso de los “espías rusos”, la historia que cuentan los servicios secretos de Estados Unidos es la de un seguimiento de diez años, que comienza aún antes de las leyes del 11 de septiembre, y en la que no se explica porqué se sospechó de determinadas personas y se les aplicó sistemas de control de información que si ocurrieran en otros países serían materia de un gigantesco escándalo internacional.
Tal como se da cuenta de los hechos, en el año 2000 se empezó una investigación, cuyos rasgos más notables eran la grabación día y noche de las conversaciones en el hogar de los sospechosos, la intercepción de sus comunicaciones y la vigilancia sobre sus actividades en países extranjeros. Todo esto sin que se acredite un motivo previo, para someter a las personas a tan invasivo y humillante trato.
Es de este tenaz chequeo de diez años (¡) que surgen algunas supuestas razones de la analista del FBI para creer, “en base a su experiencia”, que algunos ruidos en el hogar, podrían provenir de “comunicaciones con una central en Moscú”; que alguna conversación sobre las dudas para entregar algo que no iba a dejar satisfecho al que lo esperaba era evidencia de tráfico de información; que un sobre entregado a la mano era dinero; etc.
La pregunta que cualquiera podría hacerse es si en diez años de conversaciones en su domicilio con su pareja, no van a producir un montón de frases y ruidos raros que un agente del recontraespionaje podría interpretar como le de la gana. El punto es porqué escogieron a Peláez y a su marido para someterlos a este tratamiento: si fue porque el uruguayo tenía cara de ruso, o porque la peruana escribía contra el presidente Bush, lo que normalmente no hace ningún espía… pero, en fin.
Varios periodistas peruanos han insistido en que el informe del FBI no menciona tendencia ideológica ni la actividad de periodista de Vicky Peláez, admitiendo que se hace para no violar la ley, lo que convertiría el caso en una persecución ideológica. Pero justamente por ello es que se puede concluir en lo perverso que puede ser todo esto, ya que en la realidad sí se ha perseguido a una periodistas de oposición al gobierno hasta llegar a silenciarla y sí se ha hecho una asociación (casi una amalgama) entre la Rusia capitalista y mafiosa actual, (nacida bajo el aliento de de Estados Unidos) y el periodismo izquierdista.
La formalidad democrática que mantiene el Estado gringo, que es la misma que aplica a los cinco cubanos presos en Miami por haber infiltrado organizaciones que preparaban actos de violencia en su país, disfraza sus actuales rasgos brutalmente totalitarios. Pero, aquí que estamos discutiendo de BTR y la invasión de la privacidad que ha puesto en evidencia a varios corruptos, extraña que no nos escandalicemos sobre la posibilidad de estar viviendo en una casa sembrada de micrófonos o de estar siendo filmados por donde caminamos.
En el Perú, un diario reproduce el expediente del FBI sobre la “espía rusa”, sin ninguna reserva crítica y otro habla de la “periodista ultra”, asumiendo que criticar la política internacional del gobierno de Estados Unidos (Irak, Afganistán, Israel, Irán, Venezuela, Cuba, etc.) es “ultrismo”, porque lo cuerdo es dar siempre la razón al imperio. En eso están a la derecha del Washington Post y el New York Times que han puesto en duda la “investigación” del FBI.
1.07.10
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