El nombramiento del nuevo canciller chileno, el empresario, miembro del grupo Fallabela, con fuertes inversiones en el Perú, Alfredo Moreno, ha movido el cotarro peruano y desatado especulaciones, desde los que quieren creer que es una buena noticia (darle un giro económico y pragmático a las relaciones con nuestro país, donde lo principal sería mantener el espacio abierto a los capitales del sur, considerando que ahora tendremos presidente chileno dueño de la principal compañía de aviación que opera en cielos nacionales, y ministro de relaciones exteriores, con importante participación en el comercio minorista de grandes almacenes); y los que ven más bien un mensaje hacia dentro de su propio país, que buscaría decir a civiles y militares que el objetivo a cuidar en la Haya y en las fronteras es la expansión y protección de sus inversiones.
Dentro de esta última lógica se debería considerar como nada casual que en el ministerio de Defensa esté regresando el democristiano Jaime Ravinet, ex ministro de Lagos y ex alcalde Santiago, que se ha mudado con todo al gobierno derechista de Piñera. De Ravinet se recuerda que fue quién negó en marzo de 2005 la información procedente de Ecuador que Chile había entregado armas y municiones a ese país en pleno conflicto del Cenepa, siendo garante del Protocolo de Río de Janeiro, y otorgó garantías de que no había sido así. Posteriormente quedó plenamente probado que hubo el pase del material prohibido y que Ravinet y el gobierno de la Concertación mintieron. Otras posiciones del nuevo ministro han sido refrescadas por el periodista Herbert Mujica, como aquella cuando se le ocurrió “advertir” a nuestro país que si se insistía en el tena de la delimitación marítima se podían “generar incidentes no buscados que afecten la paz” y que “las FF AA (de Chile) están listas para preservar nuestro territorio marítimo y terrestre”.
Con este perfil del ministro de Defensa, cuya designación no sólo es un anzuelo para otros concertacionistas, sino que enfatiza además la continuidad específica entre los gobiernos en este aspecto clave de la política chilena, se debe reflexionar lo que podrá resultar de un mix con el designado canciller empresario. Todo indica que hay una opción de parte del régimen entrante respecto a sus relaciones con el Perú, que parece bastante distante del desatado entusiasmo del presidente García, el primer ministro Velásquez Quesquén y el canciller José Luis García Belaúnde, que dan la impresión de imaginar que se han sacado la lotería con la elección del propietario de LAN para la presidencia de la nación con la que tenemos las relaciones más conflictivas. De hecho, el primer paso de Santiago ha sido reforzar el contenido de la contra-memoria que se preparó bajo Bachelet y se defenderá con Piñera y uno de cuyas aristas más picantes es la que busca la restricción del mandato de la Corte de la Haya en el tratamiento del tema.
Media vuelta derecha
El primer gabinete Piñera es apenas un pálido reflejo de los brazos abiertos a sus adversarios que el recién electo ofreció en la alameda O´Higgins la noche de la victoria. El ingreso de un democristiano es como una invitación al transfuguismo con cuenta gotas –que tan de moda está en el Perú-, antes que una apertura centrista. Asimismo la tesis de que los hombres de la dictadura permanecerían lejos del poder, se desmiente con la inclusión en la cartera de economía de Juan Andrés Fontaine, uno de los Chicago Boys más entusiastas de los años duros del pinochetismo (en materia de ajuste económico y derechos humanos), y que ahora aparece conectado con el grupo Lusvic (Luchetti). En hacienda (gasto fiscal) se ha puesto a Felipe Larraín, con experiencia en instituciones multilaterales como el Banco Mundial y el BID, y al que se le señala como el autor de la propuesta del millón de empleos que vinculó Piñera con algunos sectores populares.
Finalmente en Educación, se ha nombrado al jefe de la ultraderechista UDI (brazo político del Opus Dei), ex candidato presidencial y derrotado aspirante a una senaduría en las últimas elecciones, Joaquín Lavin Infante, del que se decía que el partido de Piñera había decidido ponerlo a un lado (se afirmó que los que no obtuvieron escaños por votación popular, no serían ministros y que los piñeristas no había votado por Lavín para dejarlo fuera). Ahora muchos se preguntan qué ocurrirá en el sector educativo chileno, que es uno de los focos más agudos de malestar social, bajo el manejo del extremismo de derecha.
11.02.10
www.rwiener.blogspot.com
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