Ayer, en el patio de Palacio de Gobierno, las masas que Kuori y Moyano le sacaron a las calles vitoreaban a García con dos estribillos insistentes:
- Sí a la pena de muerte
- Alan sí cumple.
A lo que el hombre de los balconazos de los 80 respondía impávido que en este país estamos acostumbrados a que los presidentes no cumplan con su palabra y a no respetar la voluntad popular que en un 82% está por la pena de muerte.
Y este es el tipo que había dicho hace unos días que había puesto el tema de la pena capital en manos del Congreso y que no volvería a pronunciarse sobre el mismo.
Y el que declaró que la evaluación de los profesores no era punitiva y luego dijo que quiénes no se evaluaban se quedarían sin nombramiento.
Para no mencionar que es el mismo de la libre desafiliación de las AFP, de la eliminación de la renta básica, del restablecimiento de las constitución de 1979, del impuesto a las sobre-ganancias, del agua potable para medio millón de peruanos en seis meses, del schock de inversiones, etc.
¿Y vamos a hablar de promesas y mentirosos?
En los 90, Fujimori tomó el asunto del terrorismo como pretexto para declarar que la clase política y las instituciones eran débiles para aplicar las medidas que supuestamente eran necesarias para pacificar al país, y luego de varios meses de apelar a las masas y a las encuestas, sacó lo tanques a la calle e impuso una dictadura.
Entonces para demostrar la eficacia de la mano dura hizo asesinar 42 presos desarmados en el penal Castro-Castro y nueve estudiantes y un profesor de la Cantuta, entre otras muestras del tamaño de su coraje.
García está recorriendo aquellos pasos que llevan a la crisis institucional. Olvidando quién es él y a qué partido representa, se ha lanzado a una batalla contra los políticos tradicionales, y los está enfrentando con un nuevo pretexto: su debilidad ante las violaciones de menores y ante los terroristas que puedan aparecer en el futuro.
Y si sigue así -y está siguiendo el libreto-, va a terminar en un dilema del que no va a escaparse: o elimina los obstáculos que tanto denuncia: Congreso, Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Defensoría, Contraloría y partidos políticos, usando el poder que tiene a su cargo; o decide convivir con ellos reconociendo su propia debilidad.
Y llegado el momento va a tener que matar. Como le pasó a Fujimori. Porque no se puede soliviantar a la gente con miles de necesidades insatisfechas, diciéndoles que su primer problema es que los violadores y terroristas siguen vivos, y después no dar pruebas materiales de que se inicia una nueva etapa. Otra cosa es que a medio o largo plazo las muertes plebiscitarias se vuelvan contra este nuevo Pilatos y la gente termine increpándole por un nuevo engaño. Pero eso no es ahora.
Así que no es exagerado decir que García se está metiendo en una vía sin regreso. Pensar que todo esto es sólo una maniobra para salirnos de la CIDH, un sicosocial para aumentar su popularidad, una cortina de humo para tapar otros problemas, es a estas alturas hacerse ilusiones de que la fiebre mortícola es sólo pasajera y ya se cubrirá con otras cosas.
Pero no. García está dando entender que no se va a detener hasta que el paredón esté instalado y el fujimorismo y el trío fascistón de la prensa (“Correo”, “Expreso”, La Razón”) están metiendo carbón para que no se detenga. Sé Thatcher con los sindicatos, Bush con la pena de muerte, Fujimori con las instituciones. Muerte o muerte, García, tú si puedes.
20.01.07
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