viernes, agosto 04, 2006

Fidel Castro Ruz

De viaje en la ciudad de La Paz, Bolivia, me llegó la noticia del brusco empeoramiento de la situación de salud del comandante cubano Fidel Castro. Ayer en la noche abrí mi correo por Internet y conté más de 500 mensajes referidos al tema y encontré que los noticieros del cable estaban unánimemente concentrados en la enfermedad de un hombre de 80 años y el destino político de una isla de 12 millones de habitantes.

Obviamente no sorprendí por el interés en el revolucionario cubano. Es la manera como sus amigos y enemigos reconocen su significación en la historia de los últimos 50 años. Quizás el mejor homenaje es el que pueden hacerle aquellos que más lo odian, al creer que su desaparición física representará un cambio de época. Hacer depender todo el futuro de una sola persona, la capacidad de resistencia de los cubanos a la brutal presión de la superpotencia norteamericana, su sistema económico y sus logros sociales, es casi una manera de explicar los motivos que mantuvieron a Fidel tanto tiempo a la cabeza de su pueblo.

No me cabe duda que Cuba funciona sin su comandante, como decían los chilenos en 1972 cuando el barbudo verde oliva se quedó varias semanas fuera de programa en ese país y nadie sabía cuando iba a irse. También lo escuché del padre Leonardo Boff en 1985, durante el encuentro contra la deuda externa, cuando Fidel Castro estuvo una semana encerrado con los participantes sin salir ni una sola vez de la reunión, recibir llamadas o atender a los dirigentes. Pero no puedo negar, por supuesto, el poder del mito que rodea al personaje y que cohesiona a su pueblo, frente a las muchas pruebas por las que ha debido atravesar después de la revolución.

La enfermedad de Fidel Castroha subrayado su condición de líder mundial de primer orden. Difícil pensar qué otra situación similar pudiese desatar un interés equivalente al que se ve hoy en todas partes. Más aún que la atención no es sólo en América Latina o el llamado Tercer mundo, sino que alcanza a varias de las potencias mundiales, tan orgullosas con su democracia. Por de pronto los genio de Washington ya advirtieron que su preocupación son los cubanos que viven y votan en Miami, a los que ellos ven a la vez como soporte de las políticas neoconservadoras y del intervencionismo global de George W. Bush, y como los actores centrales de la "transición" que tienen imaginada para Cuba.

He estado cerca de Fidel Castro Ruz tres veces en mi vida. En la última (enero del 2004), observé que sus capacidades físicas estaban mermando. Pero no por eso abandonaba su puesto. Hace dos semanas lo vimos y escuchamos en la reunión de Mercosur en Argentina, y supimos luego que se reunió con decenas de miles de jóvenes. Indudablemente estaba consciente del secreto de Estado del que recién estamos empezando a enterarnos: una grave enfermedad lo estaba debilitando. Pero su manera de reaccionar ante lo inevitable era planteándose nuevas batallas, como dicen los cubanos. Es lo que está haciendo actualmente.

Así son los de la estirpe de hombre extraordinarios que la historia ofrece sólo cada cierto tiempo. Esos que como dijo una dirigente argentina son como el acero, no se doblegan ni se rompen, aún después de muertos.

02.08.06

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