viernes, agosto 04, 2006

El presidente extemporáneo

Alan García tiene un problema para entender el espacio tiempo histórico de Haya de la Torre. Eso por lo menos es lo que se desprende del hecho que quisiera hacer un gobierno expansivo en gasto cuando el país no tenía dinero, los flujos internacionales de inversión y deuda estaban bloqueados, los precios de la materias primas estaban en el suelo, etc.; y que ahora pretenda encabezar el régimen de la austeridad extrema (cartuchos de tinta en blanco y negro), cuando sucede todo lo contrario, pero el Estado mantiene compromisos fujimoristas con las trasnacionales que no le permite participar de la bonanza de las exportaciones y las grandes utilidades.

Se trata, si se quiere, de dos errores simétricos, que conducen al mismo resultado: una percepción de corto plazo de que se está haciendo lo correcto, por estar haciendo lo contrario del anterior gobierno, lo que conduce a algunos aplausos de la tribuna y a un amplio sostén de la prensa de la derecha que sabe que las decisiones no la van a pagar ellos; pero que va a derivar a un cierto plazo en una decepción profunda, cuando la gente termine por entender que no se está haciendo nada para cambiar la realidad que les afecta.

También en su posicionamiento político García está caminando por segunda vez a contramarcha de la historia. Quiso ser anti-globalista, hasta cierto punto nacionalista e izquierdizante, cuando todo el escenario en América Latina y el mundo se abría a las presiones de las grandes potencias y sus empresas, nadie creía en intereses nacionales y todos los sentidos se volteaban hacia la derecha. Lo de la deuda externa, el petróleo, la banca, el agrarismo, los derechos laborales, la descentralización, así como el discurso integracionista, antiimperialista (contra la invasión a Panamá), hubieran sido netamente progresistas y un mérito del gobernante, si hubiera habido un mínimo de consecuencia con esas orientaciones.

Pero ya se sabe que el Llullapresidente y su partido las traicionaron aún antes de ejecutarlas y terminaron por pervertir los gestos de autonomía, nacionalización, promoción del desarrollo interno, y asociarlos al desastre fiscal y monetario, que no fue consecuencia de tal o cual medida económica, sino de la quiebra de la autoridad del Estado. Un gobierno en el que al que toda la población había dejado de creerle, que dictaba leyes que no se cumplían, firmaba actas para salvar conflictos y se olvidaba de ellas, abría enfrentamientos que luego abandonaba, se convirtió en una nave al garete en medio de una tormenta social en ascenso. Nada más fácil para las derechas del Perú y del mundo, que decir que la tragedia de los 80 se debía a que los raptos de soberanía y decisión nacional que discurseó García eran imposibles en estos tiempos y de aquí hasta el fin de los días.

Hoy, el causante del gran daño, el cuco populista, ha vuelto con los votos prestados de la derecha que lo había odiado tanto. Y el contexto que lo rodea, muestra un cambio radical. América Latina ya no es la tierra de la unanimidad neoliberal y pronorteamericana que se consolidó en los 90, tras el fin del primer alanismo. Hoy nacionalismo, soberanía sobre los recursos naturales, nuevo trato para la deuda, nuevo reparto del poder, ya no son malas palabras, salvo para Aldo M. y sus compadres. La posibilidad de contradecir a los poderosos en el marco de la globalización y no llevar al país a una hiperinflación de 25 mil por ciento al año, se está probando como cierta. La propia crítica que se hace a Chávez, de que cuando hay petróleo y los precios internacionales están en alza, se puede casi cualquier cosa, se vuelve contra los que la plantean. Porque también hay oro, cobre, plata, en plan de superalzas y aquí lo que se nos ha ocurrido es un gobierno austero. No sólo porque no se va de pachanga como hacía su antecesor, sino porque se niega a participar del negocio de los recursos naturales, a ordenarlo y a recaudar lo que es justo de la bonanza.

Hoy, cuando hay Chávez, Evo, Lula, Kichner, Vásquez, Bachelet, en América Latina, votaciones masivas hacia la izquierda en todos los países, fracaso del ALCA, proyectos de integración regional en crecimiento como el MERCOSUR y planes de conexión energética entre países al sur de América, García ha descubierto que el mundo ha cambiado y que ya no es el tiempo del antiimperialismo de Haya de la Torre y ni siquiera el tramposo del primer Alan García. Tal vez por eso su voto resignado por el TLC, con las mismas narices tapadas y sensación de vómito con que la derecha voto por él. Mirando el escenario y aunque no lo diga, el aliado principal que está en su cabeza, es el presidente de Colombia, que a su vez es el primer peón de Estados Unidos en el sur de América. Pero buscar esa compañía le va a costar ceder en la estrategia antisubversiva y antidroga, que propugna Washington y que incluye bases militares instaladas en nuestros países y fuerte presión sobre los campesinos pobres.

De igual modo, para acercarse a Chile no basta un modesto desfile en el que se muestre patéticamente que no podríamos enfrentarlos en ningún campo de batalla, sino garantías para sus inversiones (TLC) y ayudas concretas como la venta de gas natural, para que nuestro vecino pueda romper su dependencia de la Argentina. En resumen también la integración como principio está cediendo a las concesiones pragmáticas para armar bloques de supuesto interés común, que puedan jugar la partida de Estados Unidos sin declararlo. Cuando el indoamericanismo sin fronteras, o el antiimperialismo como primera fase de la superación del atraso de nuestros países, está mucho más cerca que en su primer gobierno, Alan García se va contra la tendencia que busca unirnos para cambiar la relación de fuerzas con el gigante del norte.

La decisión de no ir a Bolivia para la instalación de la Asamblea Constituyente que inicia el gran giro histórico en ese país, indica que García empieza corriéndosele a Evo y a Chávez. Así como las declaraciones de Del Castillo sobre que la OEA intervenga en Cuba para impulsar una “transición” parece un encargo de sus vecinos cubano-estadounidenses de Miami. En cada cosa, el APRA equivoca el momento de la historia.

Pero entretanto su líder mantiene un rostro adusto de extrema seriedad y casi extravío mesiánico, allí donde Toledo era una carcajada. Su señora trata de caer bien a la prensa. Su primer ministro hace otra vez de traductor de intenciones. Y sus ministros intentan entender para qué proyecto han sido llamados.

Van siete días del segundo gobierno de Alan García.

04.08.06

http://rwiener.blogspot.com/

2 comentarios:

C. de DiarioTec dijo...

buenas tardes.
lo invito a participar en la comunidad de blogs peruanos.

www.blogsperu.com

Carlos Chang

Antonio dijo...

Raúl,

Qué valiosos tus comentarios. No puedo encontrar nada similar en casi toda la prensa del Perú. Tus comentarios reflejan muchas de las observaciones que yo mismo hice y que insólitamente están ausentes.