lunes, octubre 03, 2011

Tiempos violentos

A Ciro Castillo lo desapareció la fracción pituca de la barra brava de la U. Efectivamente durante seis meses la noticia sobre el estudiante perdido en el Colca tomó las primeras planas y produjo decenas de hipótesis sobre su desaparición, que paradójicamente lo mantenían vigente en la atención ciudadana. De pronto, desde el Palco 128 del Estadio Monumental, una pandilla de desadaptados con dinero se apropió del protagonismo noticioso a lanzar al vacío a un joven aliancista y causarle la muerte. Así Ciro salió de los medios y desapareció realmente, como ocurrirá de aquí a un tiempo con el asesinato de Walter Oyarce, y sucede con las noticias de la violencia que la gente consume cotidianamente y que son sustituidas unas con otras.

Sin duda no es solo un asunto de mal gusto que cada mañana y cada fin de la noche tengamos un concierto informativo cargado de asesinatos, robos, accidentes, incendios, etc., a través de las pantallas de televisión, donde la gente muere, es herida o despojada de lo que tiene por una violencia que viene de cualquier parte y que no explica más en la maldad de sus protagonista y cuya única solución según los “especialistas” es que se requieren más leyes de represión. Diariamente tenemos una violencia de picadillo, con noticias que duran un solo día. Pero de vez en cuando ocurre un hecho emblemático que toca a todos. A partir de allí es seguro que vamos a tener titulares para rato y que la conversación de la gente terminará invadida por el caso que domina los medios.

En estos días hay horas en que todas las televisoras tratan del crimen del Estadio, lo que también sucede en las radios que se ocupan de las noticias y de la primera página de los diarios. Tanta unanimidad puede parecer de sentido común y venir dotada de una inercia a la que ningún medio puede sustraerse. Pero si bien un periodista no puede ignorar la noticia principal, no puede tampoco confundirse respecto al hecho de que el predominio de la noticia no política ha sido un resultado buscado. Muchas veces da ganas de preguntarse si hay una enfermedad morbosa en la sociedad peruana que se refleja en los medios, o si se ha ido induciendo adrede una violencia informativa que apuntala la violencia social.

Los periodistas sabemos que la violencia vende. Aquí y en el resto del mundo. Pero en muchos lugares este tipo de informaciones retumban precisamente por ser raras y sacar a la gente de sus rutinas. Recuérdese el caso del asesino finlandés que mató una decena de personas, antes de suicidarse, y produjo una noticia que dio la vuelta al mundo. Pero en el Perú, la rutina es la de una violencia continua. Para cierta prensa los casos Abencia, Marco Antonio, Fefer, Ciro u Oyarce, son una bendición a los que se les alarga tanto como se puede, para que cuando alguno tiene que caer lo reemplace rápidamente por el que sigue. Esto indica que no somos una sociedad que se sorprenda de la violencia, sino que vive dentro de ella. O, en todo caso, es continuamente dopada por los altos decibeles de sangre, crimen y dolor.

La venta de la noticia, por supuesto, no es la única motivación para que la prensa se violentice. Hay una decisión política en armar programas matutinos en lo que único que sucede ocurre en los bajos fondos o en las pistas de medianoche. Esta programación se armó realmente en épocas de Fujimori y Montesinos, en los que la instrucción del SIN era sacar la política de la pantalla, precisamente para que política del régimen no fuera molestada. Extrañamente para esta finalidad se ha reclutado periodistas de prestigio a los que se mantiene leyendo noticias de crónica roja y agregándoles sentencias sobre lo que no debe ser, alejándolos claramente del debate político. ¿Es esto una ingenuidad o un error de apreciación de los programadores?

No lo parece si se observa que en paralelo se ha ido cerrando sistemáticamente los programas de denuncia y análisis, no solamente los que podían ser calificados como directamente contestatarios e independientes como el de Hildebrandt, sino los que jugaban en la cancha de las ideas dominantes con cierta apertura (Rosa María Palacios) y aún los más reaccionarios (Cecilia Valenzuela). Se podría decir que la política está expulsada de la señal abierta y está reemplazada por los temas vinculados por la violencia. Y no estamos diciendo que no haya dimensiones políticas y sociales en asuntos como las barras bravas, las pandillas, las bandas del crimen organizado, la corrupción de la policía y los escuadrones de muerte de Trujillo.

Todos esos son síntomas de una enfermedad social cada vez más profunda y de una caída de la moral pública en un abismo del que va a ser muy difícil de salir. El punto es que la prensa que se alimenta de la violencia existente y que contribuye a un clima de violentización (convierte el delito y la tragedia permanentemente en cuestión principal) es parte de la caída, no obstante lo disfrace con invocaciones y cantos por la paz social. Un país como el Perú que viene de una guerra interna mal concluida y mal asimilada, afectada a su vez por la presencia del narcotráfico y con tensiones sociales y políticas muy agudas, está listo para la manipulación mediática que crea una agenda diaria de violencia.

02.10.11
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Marcela dijo...

Sr. Raúl,

En verdad la sociedad peruana está enferma de alma y espíritu, no en vano fueron 20 años de violencia interna intensa con unos 69 mil muertos y desaparecidos. De sus secuelas ¿cómo nos estamos curando o cómo estamos saliendo de esto en los pueblos? Sería la pregunta para ver si hemos prestado debida importancia, puesto que de parte del Estado no lo hay en este aspecto, más las reparaciones (para las víctimas de la guerra) está planteadas en términos económicos.
Las consecuencias son pues estas pestes que estamos padeciendo los peruanos, alimentado diariamente por ese sector de la prensa que ha convertido en uno de los negocios probablemente más rentables, y ellos deciden cual se mantiene en la agenda y cual pasa al olvido.

Sin embargo, a pesar de que todos estos vicios de la sociedad moderna pretenden imponerse, en nuestros pueblos (por ejemplo en la mía) hay diferentes formas de curarnos de estas pestes en base a nuestros propios sabidurías y valores comunitarios, con el apoyo y concurso de los maestros que por acá se les llama Yachaq, lo que en la selva son los Chamanes. Pero resulta que los Chamanes también están siendo asesinados.

Hoy día en TV nacional informaron de 14 chamanes asesinados durante este año en Loreto, y que el involucrado sería el Alcalde que profesa la religión evangélica. Esta noticia me recordó lo que ocurrió en mi comunidad en el año 1984 cuando los de SL asesinaron casi a todos los Yachaq y en año 2002 tres fanáticos evangélicos incendiaron la iglesia en una festividad, y de milagro se salvaron los ocupantes. A este respecto quiero alcanzarle un documento pero no tengo la forma de hacerlo.

En este caso de mi comunidad los dos hechos tienen su origen en el fundamentalismo, del que nos estamos curando y superando al presente.

Marcela