domingo, octubre 16, 2011

Un modelo de poder

A la vista está un sistema de gobierno diseñado para los siguientes años: la economía en manos neoliberales, bajo el supuesto que sus expertos mantendrán la estabilidad y no tendremos inflación y desequilibrios importantes en el siguiente período, y que serán los hombres más vinculados al FMI y a la banca mundial los que capotearán con la fase más dura de la crisis internacional que se vivirá en el 2012. Después de todo, si fallan, serán los ortodoxos los responsables y nadie culpará a los experimentos izquierdistas del presidente. Esta es la primera pata, que asegura una cierta tregua con el capital, que no se involucrará por lo menos visiblemente en los esfuerzos por armar una oposición política y mediática con alguna perspectiva para los cinco años.

La segunda, un control cercano de la situación militar y policial, con un presidente al tanto de quién es quién en cada mando y la posibilidad de que limpiezas como la que se acaba de producir en la Policía se repitan o se extiendan a las Fuerzas Armadas. La idea es trasmitir el mensaje que el presidente requiere esta marcación estrecha para asegurar tranquilidad y que nadie intente incorporar el factor militar en el juego político que se está dibujando. Esto quiere decir que tampoco el presidente quiere gobernar con los militares, como lo hizo, por ejemplo Fujimori, y mucho menos que los militares gobiernen directamente como fue con Velasco. No hay un solo líder militar en actividad que haya pasado la línea de la función que se les ha asignado. Por lo tanto podría decirse que Humala está buscando lealtad en los mandos y serenidad en las relaciones con el poder, lo que podría buscar consolidarse con mejoras económicas y otras medidas para mantener contentos a los cuarteles.

La tercera pata es la del presidente que se relaciona con el pueblo y que cada vez que llega a las provincias se convierte nuevamente en candidato que denuncia el orden existente (que tiene como piedra angular el modelo económico neoliberal) y que promete reducir las brechas sociales existentes. El presidente que habla en provincias y guarda silencio en Lima, es un factor de profundo desconcierto para sus adversarios. Porque Ollanta no va al interior para hablarle a la capital, como hacían otros en su cargo, sino a seguir siendo el personaje que encarna la esperanza de los pueblos olvidados del país. ¿Por qué lo hace? Tal vez porque considera que esa es su mayor reserva. Y porque entiende que en la negociación de lo económico y de lo militar, él no sólo tiene que hablar en nombre de la legitimidad electoral del 10 de junio o los resultados de las encuestas, sino del estado de movilización contenida en que están los peruanos que se decidieron por el nacionalismo desde el primer momento.

Ollanta Humala ha sido casi cartesiano en la aplicación de este esquema y debe sonreír leyendo los análisis que dicen que ya se convirtió al neoliberalismo, o los que opinan que está haciendo fujimorismo sin Fujimori en las Fuerzas Armadas, o los que creen poderlo manejar con titulares y encuestas. Por ahí no va la cosa. Es que a pesar de que usted no lo crea, cada gobierno es marcadamente distinto al otro. Por eso las analogías muchas veces llevan a errores.

16.10.11
www.rwiener.blogspot.com

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