En los años 90, los limeños teníamos siempre tema de conversación cuando teníamos que pasar por los distritos en los que se yerguen hasta hoy las columnas del tren eléctrico de Alan García, que como se sabe no llevan a ninguna parte. Es como el símbolo de una época, nos dijo una vez un amigo. Pero en Puno, hay hasta ahora, en el tramo de la carretera que va de Juliaca a Puno, una estación experimental para el trigo de altura que por pedido del presidente de la república la Universidad Nacional del Altiplano instaló en 1987, cuando se hablaba de cubrir el altiplano con espigas doradas que resolverían el hambre del sur. Otro monumento indiscutible a lo que no existe.
Había, ciertamente, otros elementos de memoria en el primer Perú post-García. Por ejemplo: la banca estaba más fuerte y arrogante que nunca aunque oficialmente fue estatizada en 1987; el trapecio andino (Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, Cusco, Puno) estaba más pobre que en cualquier otra época después de la fiebre agrarista de la segunda mitad de los 80; el pago de la deuda externa era el punto de partida de toda la política económica, a pesar de todos los discursos contra el FMI y el yugo financiero externo que se escucharon por cinco años; etc. Un monumento del García joven podía ser una obra inconclusa y sin sentido; un proyecto sobre el que cayeron mil discursos y se dejó abandonado; una política que produjo finalmente el resultado opuesto a lo que se buscaba.
Sin duda en los poco más de quince años que demoró Alan García en regresar al poder, produjo cambios muy importantes en sus concepciones teóricas. El antiimperialista inconsecuente y el populista aventurero, cedió al globalista y neoliberal que vemos actualmente. El presidente de los pobres se convirtió en el de los grandes empresarios que traerán inversiones y darán trabajo a los menos tienen, y el agrarista de los Rimanacuys, se trastocó y ahora es la cabeza de un proceso que está llevando a la reconstrucción del latifundio en la Costa, la Sierra y la Selva. Pero lo que no ha cambiado es la tendencia de nuestro presidente al monumento inútil. Cada discurso de 28 de julio está cargado de anuncios de impacto que se quedaron en alguna de las siguientes etapas: (a) sólo como promesa (austeridad, ley de transparencia, comisarías del siglo XXI, central Perú-Compras, venta del avión presidencial); (b) se dicta la norma pero no se aplica (regulación de los services, aportes mineros, una laptop por alumno); (c) se crea el organismo para ejecutar una iniciativa pero no sirve (FORSUR, Sierra Exportadora, Pacto Social, Oficina Anticorrupción, ministerio del Ambiente); (d) obras que no comienzan o que no concluyen, hospitales de emergencia del sector Salud o de Essalud (hospital de tercera edad inaugurado antes de ser equipado), gaseoducto sur-andino, nuevos penales, carreteras, puertos, ferrocarriles, etc.
Mirando hacia el futuro García va a dejar al sur chico y sus provincias afectadas por el sismo casi como si no hubiera pasado el tiempo. Aún hoy se sigue discutiendo las funciones de los directores y ejecutivos del FORSUR y los tremendos sueldos en que se va el poco dinero destinado a la reconstrucción. Que dos años después de la tragedia no se haya podido restablecer los servicios de salud, educación, seguridad (comisarías) y otros, pero que el área de turismo ya esté como nueva, indica bastante como será el Pisco post segundo García. Pero también es probable que entre las más notorias herencias que recibamos de este quinquenio se encuentre varios volúmenes de un libro que lleve por título “aquí no hay crisis”, incluyendo una larguísima lista de discursos que deberán ser confrontados con la realidad el Perú 2009-2011, cuando se desplomaron todos los sueños del crecimiento en cifras asiáticas (a la fecha China crece a 7.5% y el Perú ya está bajo cero). ¿Qué nos vamos a hacer con un país que perdió la oportunidad de aprovechar las ventajas que tenía para protegerse de la crisis?
A García los campesinos puneños lo bautizaron hace poco más de 20 años como el “llullapresidente” (el presidente mentiroso). Yo diría, a estas alturas, que es algo más que eso. Es un constructor de ilusiones, que no se limita a ofrecer lo que no va a hacer (nombrar un contralor de oposición, por ejemplo), o hacer lo contrario de lo ofrecido (no firmar el TLC, rebajar las multas de tránsito, etc.), sino que es también el político temerario que comienza lo que no puede terminar, que constituye instituciones con personalidades de algún prestigio, para después abandonarlas, que cree que puede hacer psicología con la no crisis, y llamarle a eso fe y presencia de ánimo. Un monumento a la política criolla. Eso ha sido siempre Alan García Pérez.
20.09.09
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