viernes, octubre 27, 2006

Hildebrandt y los otros

Ricardo Wong es un exitoso vendedor de bombardas, cohetones y otras maravillas incendiarias que circulan en el límite de la formalidad y la informalidad, de la alegría y la tragedia, como lo prueban los 400 muertos de Mesa Redonda en el 2001.

Digo que debe haber tenido mucho éxito como para disponer del dinero para financiar su propia campaña presidencial, transferir su apoyo a Alan García (eso cuesta) y sobre la marcha comprarse el diario “La Primera”, sabiendo que el mayor costo que debía pagar era pagarle el retiro a Juan Carlos Tafur, que era más caro que el propio periódico.

Evidentemente estos títulos que menciono, son más que suficientes para que Wong eche a Hildebrandt, ordenando enfrentar su aura de credibilidad con un gigantesco titular que lo declaraba mentiroso en el propio diario donde aparecía su columna.

- Lo que tenías que haber hecho, Quiroga, era no publicarlo a Hildebrandt y asunto acabado.

- Yo no censuro periodistas. Los autores de las columnas son responsables de lo que dicen.

- Pero yo te nombré director para que mandaras en el periódico y ya sabes que no quiero que de Palacio me estén llamando para requintarme.

- Entonces ya no tienes director.

Ivcher es también un fabuloso vendedor de colchones. No hay otra forma de explicar que desde ese modesto oficio se llegue a ser socio fundador de un canal de televisión a comienzos de los 80, y dueño absoluto del mismo a fines de la década, burlando los derechos de los otros propietarios y con Alan García en el gobierno.

Ivcher, como se sabe fue un entusiasta de la dictadura de Fujimori y sus excesos hasta que se cansaron de él y Montesinos se buscó un pretexto para poner en suspenso sus acciones y entregar el canal a sus despechados socios. Entonces el colchonero se hizo demócrata y regresó con las banderas entremezcladas de la transición, la restauración y el continuismo de los 2000-2001, que lo abrazaron como si se tratara de un mártir del fujimorato.

Pero para este luchador el problema de la democracia era de con cuánto iban a indemnizarlo por los años que tuvo suspendidos sus derechos de propiedad. En el 2006 el colchonero tuvo finalmente oportunidad de recibir su cheque por 20 millones de soles, después que cancelara el programa de las 11 de la noche de César Hildebrandt, que había quedado como el último refugio contra la tendencia a la prensa de unanimidad que invadía los sets de televisión, las cabinas de los radios y las redacciones de los medios escritos, en camino a la última elección presidencial.

- Yo lo saco al chato ese en el momento que quiera, pongo a la Chichi a las 11 p.m. y ella hace lo que yo le digo, pero ¿cómo va a quedar lo de mi indemnización?

- No te preocupes Baruch, aquí está el ministro y él va a arreglarte ese asunto, pero hay que evitar publicidad sobre este tema. No conviene.

Puede repetirse la historia contada, para el caso de Genaro que ofreció la cabeza del “chato” al mismísimo Montesinos en su sala de conversación y filmación, cuyos méritos de broadcaster forman parte más de la leyenda que de la realidad. Con Toledo, llegó a tener la administración de dos canales de televisión sin ser dueño de ninguno de ellos. Y hoy es nuevamente muy amigo del gobierno, como lo ha sido durante 50 años, con todos los gobiernos y aunque dice que está pensando seriamente en el retiro, algunos lo dudan porque Genaro, eso sí, se considera una pieza clave del sistema político peruano.

También Vera Abad, los Crousillatt y otros han tenido su crisis con Hildebrandt alrededor de alguna necesidad del poder. El dinero contra la información.

Como dice Wong, el que tiene la plata decide cuánto dura un periodista rabiosamente independiente.

En el Perú un pirotécnico, un colchonero y una manga de sinvergüenzas que se consideran legítimamente propietarios de los medios de prensa, deciden lo que los peruanos y las peruanas podemos saber y entender, lo que se nos debe ocultar y las mentiras que nos debemos tragar. También pasan, de diversas formas, por la caja del gobierno y de los grupos económicos, para que se les reembolse sus servicios.

Lo que llamamos periodistas son las personas que hacen que esta manipulación permanente parezca un ejercicio profesional.

Salvo Hildebrandt y algunos otros.

27.10.06

http://rwiener.blogspot.com/

6 comentarios:

Adriano dijo...

Cambiando de tema, me dice un amigo que Aldo Mariategui es un tremendo cabrazo.jeje

Es un hijo de puta, porque no lo jodes màs

Julio Gómez dijo...

Ya salio la web no oficial de César Hildebrandt http://cesarhildebrandt.tk/
Saludos a Raúl y felicitaciones por su blog.

Julio Gómez dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Julio Gómez dijo...
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Sal ají chicha y vinagre dijo...

Que bueno leerte. Ya estaba por pensar que una maldición nos había caido encima, y de sur a norte había arrasado con cuanta neurona existente encontró a su paso. Afortunadamente no es así, y ya lo comprobé. Animo Raúl, y saludos.

Juan Carlos Tafur dijo...

Estimado Raúl, me permito una pequeña aclaración. Cuando Ricardo Wong compró La Primera no pagó nada por mi retiro. Todo lo que pagó se usó para cancelar parte de las deudas del personal. Yo me fuí enredado en un pleito frontal con el señor Wong. Primero, porque me negué a aceptar que redujera los sueldos del personal (se había comprometido conmigo a no hacerlo y, sin embargo, lo dispuso unilateralmente), y segundo porque me exigió la salida de César Hildebrandt. Ante ello, puse mi cargo a disposición, obteniendo como reacción que dicho señor colocara matones en la puerta del diario para que impidieran mi ingreso. Así salí, no sólo, además, con las deudas que a todos los periodistas nos tenían sino con un monto más significativo establecido en el contrato -por aspectos tributarios-, que, por supuesto, no me ha sido honrado y se halla en estos momentos en disputa.
Coincidentemente, también fui sacado de canal 2 por la presencia de Hildebrandt en La Primera, pero asumo los costos de ello y no me arrepiento de haber contratado a César, una voz que felizmente ha vuelto a leerse en La Primera, ya en mejores manos.
Pero reitero, en paila sólo me llevé deudas y apremios que prefiero omitir. Entenderás que cuatro meses desempleado, a mi edad, y con obligaciones familiares, no es un trance deseable para nadie. Vivo de mi trabajo honradamente y de mi paso por La Primera, si bien guardo los mejores recuerdos periodísticos por haber emprendido una aventura riesgosa, no puedo decir lo mismo de la conducta de sus propietarios, culpables de que el diario no haya tenido el éxito que auguraban las espectaculares ventas de los primeros días.