lunes, septiembre 04, 2006

¿Qué le pasa a esta señora?

Primero fue el llanto a moco tendido desde la mesa del Congreso, por el bueno de don Valentín, que felizmente no se había muerto. Ahora es la policía que le va a llamar la próxima vez para que eche fuera del Congreso al procesado Ollanta Humala, que no tiene derecho a hablar sino ante los tribunales.

Algo debe estarle pasando a la señora Cabanillas para pensar que su indignación era más representativa si se hacía acompañar de las otras dos tías de la patria que forman parte de su directiva: (a) Fabiola Morales, que se supone se encuentra en vías de ser sancionada en el partido de Lourdes Flores por haber cobrado los llamados “gastos de instalación”, que en su caso eran de reinstalación porque repetía el cargo en el Congreso, dejando mal parado a su organización que la había propuesto para la mesa como su mejor carta de presentación; (b) Maria Luisa Cuculiza, que se jacta de haber sido procesada y no sentenciada, como ocurre con casi todo el personal fujimorista, y que piensa que la entrada de Humala a una sala del Congreso es agresiva, miserable, imperdonable y otros adjetivos no publicables que sin embargo están grabados en sus conversaciones con Montesinos y la cúpula militar de los 90, cuando atarantaba a sus interlocutores por ser débiles ante la oposción de la época.

Evidentemente Cabanillas-Morales-Cuculiza, expresan en muchos sentidos el Perú de hoy: la clase de alianza que nos gobierna, el tipo de democracia y diálogo que pueden tolerar los dueños del Congreso en un país donde seis millones (48%) votaron por Ollanta Humala, la trayectoria que se necesita tener para alcanzar los más altos rangos del poder. La presidenta del Congreso debe creer que si sanciona a las cocaleras que interrumpieron la solemne votación del TLC, al congresista de Humala que se empeñó en una oficina que ya había sido negociada con otro, a Abugattas por excederse con una periodista que con todo derecho le metió el micro en la cara, y desconociendo su condición de líder político a Ollanta Humala, el país le agradecerá rescatar a la casa de las leyes de todo aquello que la infecta y que hizo que hasta junio de este año sus niveles de aprobación estuvieran debajo del 5%, cuando no habían humalistas, pero habían Cabanillas, Morales y fujimoristas.

Quizás aquí esté la clave de las lágrimas de cocodrilo por el veterano adversario enfermo que servía para mostrar cuanto nos queremos los que somos parte del sistema, y del exabrupto del viernes en el que ha vuelto a quedar claro quienes no son de los nuestros. En este mismo Congreso pudo Alan García hacer una conferencia de prensa en el año 2001, llegado de Francia, luego que el gobierno de transición de Paniagua le ayudara a la proscripción de sus procesos; lo hizo Nakasaki para hablar de los juicios y la extradición de Fujimori, los hizo Flores cuando quiso respaldar a su bancada y hasta el suscrito cuando denunció la estafa de la privatización del aeropuerto Jorge Chávez.

Todos pueden pero no el procesado Humala. ¿Quién es este señor? ¿Qué derecho tiene para pisar nuestro Congreso? ¿No se ha dado cuenta que ya perdió las elecciones? ¿Acaso no ha entendido que no tiene sitio en nuestra “democracia”, como diría Aldo M.? ¿Y de aquí se van a ir todos los humalistas que no sean de la hechura de Torres Caro? Así la crisis política va a quedar definitivamente resuelta y todos contentos.

02.09.06

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