sábado, septiembre 09, 2006

El Palacio de la Injusticia y el gran moralizador

Según la Chichi, aunque ella de asuntos judiciales no entiende nada (en realidad no entiende nada de casi nada), opina que puestas en la balanza la independencia de este poder del Estado y la moral pública, ella está convencida que prevalece la moral y el presidente debe intervenir y reorganizar el sistema de justicia. Por supuesto, en el mismo programa hace la pregunta-encuesta a su teleaudiencia si cree que debe esperarse que el Poder Judicial se reorganice por sí mismo o si debe ser intervenido. Que es igual a preguntarles si están de acuerdo con el rollo que acaba de mandarles. Y el resultado es, efectivamente, que la mayoría de los que la escuchan consideran que la salida debe estar en manos del presidente y no de los jueces. Entonces la Chichi sonríe y se frota las manos.

- Claro, lo que hay que hacer es que García reorganice la Justicia.

Que era la fórmula de Fujimori en 1992, que mucha gente aplaudía y dio lugar a que muchos periodistas razonaran a lo Chichi, pero ella chillara en nombre de la democracia.

Dado que hay muchas suspicacias respecto al caso Palacios, que es el de un juez que recibe una coima por una causa que no está a su cargo y que se paga cuando ya ha sido resuelta en contra del sobornador que a su vez señala al presidente de una sala como el verdadero destinatario de su dinero, la Chichi ensaya algunas hipótesis: (1) el litigante no se había enterado que hacía diez días que ya tenía la causa perdida y entonces Palacios estaba vendiéndole literalmente la Plaza de Armas, porque no había como incidir sobre el dictamen final; (2) el grupo de jueces que estarían en esta cadena corrupta serían fujimoristas, según los fallos que han producido en estos años y la presencia de Nagasaki como abogado, lo que prueba que tenemos todavía un Poder Judicial infiltrado con la vieja mafia.

Todo está clarísimo. Lo que justifica que García diga ahora que si estuviera en sus manos ya habría destituido no sólo a Palacios Villar sino a otros más. Y un congresista del APRA pide la renuncia de toda la Corte Suprema. La Chichi, mueve otra vez sus ojos hacia todos nosotros y nos vuelve a hacer su pregunta: ¿si somos tan mensos como para creer que esa Justicia que se deja meter al bolsillo 400 soles y recibe chifles y cecina para dictar fallos, puede moralizarse por sí mismo?

Pero si se trata de poner en la balanza moral e independencia: ¿realmente García puede representar la moralidad que reclaman muchos peruanos? Eso, por supuesto, exige un gran poder de abstracción, obviar las investigaciones que se hicieron en su contra, los dictámenes del Congreso, la prescripción y los jueces amigos de los que se sirvió para no presentarse a juicio, etc. Algo así como lo hizo el cristiano Rafael Rey que lo acusó de corrupto, pero ahora es su ministro, o la implacable Chichi que encontró las pistas Montesinos-Mantilla-García, pero ahora es hincha del último de los nombrados y hasta quiere que nos moralice a los demás.

Ya sabemos, además, donde llevan los presidentes napoleónicos que reorganizan a los demás en nuestro nombre. Es el viejo truco de estoy en contra del Estado del que soy cabeza. Y cómo se moralizó el Perú con ese método en los 90. Mantilla lo ha advertido: en esta fase el presidente se está ganando la confianza, es nuestro líder contra los otorongos que se aferran a sus sueldos, los violadores que amenazan a nuestros hijos y los débiles que no quieren pena de muerte, las ONG que reciben dinero, los generales cuyos subordinados se tiraron el dinero de la carretera a Cabana, Toledo, Karp y Humala. Toda una cruzada contra los males del Perú. Y ahora contra los jueces que, aunque usted no lo crea son mayoritariamente apristas, lo que prueba que lo de Alan es ataque para mejor defenderse.

Lo interesante va ser la etapa que viene después. Cuando las Chichi, Aldo M., Tafur, Vargas, Bayli, Palacios, Althaus (los siete del Apocalipsis periodístico), le hayan ayudado a tomar todo el poder en sus manos, barrer la oposición, cooptar la tecnocracia neoliberal, apoderarse de las instituciones, asegurarse la cúpula militar, mostrar a los parlamentarios la planta de su zapato para que se subordinen y ubicado a Del Castillo como el Carlos Ferrero de este gobierno. Entonces el escenario que había antes, durante y apenas terminadas las elecciones quedará tan distante que será difícil acordarse de ello.

Es ahí dónde algunos volverán a preguntarse ¿y cómo no la vimos?

09.09.06

rwiener.blogspot.com

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