domingo, junio 15, 2008

Vade retro Constitución del 79

Acaba de decir el presidente del Congreso que la restitución de la Constitución del 79, la misma que firmara Haya de la Torre tendría consecuencias hecatómbicas, con lo que ha advertido que aquí no estamos evaluando una mera promesa incumplida de García, sino algo mucho más profundo: que para ganar votos el actual presidente puede ofrecer lo que considera no sólo imposible, sino de alcance aterrador, si es que el ingenuo que le escucha se identifica con el planteamiento.

Pero, ¿por qué sería tan atroz intentar cumplir el precepto básico de que los actos jurídicos originados en un acto de fuerza carecen de validez, lo que sin duda comienza en que el cambio constitucional generado por un golpe de Estado no puede legitimarse? Obviamente esta es la esencia de lo que se llama democracia. Pero justamente allí es que los supuestos demócratas se paralizan y dejan establecido que si aceptaran el principio de legalidad, los inversionistas se irían inmediatamente del país, porque sus contratos empezarían a tambalearse.

La conclusión es clara: la actual democracia peruana tiene una raíz espuria, y el sistema de contratos, principalmente referidos a las transferencias de empresas, activos, derechos, del Estado al sector privado, generalmente a extranjeros, se ha hecho bajo la protección de normas que se impusieron a través de un trámite golpista, algunas cuando todavía no existía el CCD (año 1992) y otras adaptadas o amparadas en la Constitución de 1993, es decir son contratos tan ilegales como el régimen de Fujimori, echado por una revuelta popular.

Aparentemente los actuales indicadores de inversión y crecimiento se los debemos a una Constitución que iguala al inversor nacional con el extranjero, que equipara el contrato público con el privado (haciendo obligatorios los acuerdo corruptos), que impide al Estado intervenir en economía y que no promete la “justicia social” (que es lo que más odia Aldo M en la del 79). Pero eso equivale a decir que el golpe continúa para mantener los contratos; que el Estado se amarra las manos para no apelar a la razón legal para renegociarlos a favor del país; y que los inversores no se la estarían llevando en peso como vemos todos los días, y que no se van a ir aún si se modifican las reglas impuestas en dictadura, porque perderían dinero.

Una hecatombe para García sería tener que variar la política económica heredada de Fujimori y Toledo. Es decir que el presidente nos está salvando del propio desastre que postuló en las elecciones, y por el cual está en Palacio de Gobierno.

16.06.08
www.rwiener.blogspot.com

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