viernes, junio 07, 2013

Cuatro años del baguazo

Para comprender la tragedia de Bagua se requiere tomar en cuenta: (a) la desconfianza acumulada en los pueblos originarios de la selva hacia el Estado situado a muchísima distancia no solo física sino cultural respecto a las poblaciones nativas, por las que nunca se hizo nada y a las que se les arrebata paso a paso sus medios de vida, hasta provocar conatos de rebelión como los que se produjeron entre 2008 y 2009; (b) el desarrollo de la política proinversiones sin consideración por los aspectos sociales, ambientales e incluso históricos que pueden ser afectados, y en la coyuntura específica de Bagua, la famosa sentencia de la ministra Mercedes Araoz de que si se retrocedía en las leyes de la selva se caía el TLC (luego se cayeron las leyes y no pasó nada); (c) el carácter brutalmente impulsivo de Alan García que lo cegó a cualquier análisis de situación cuando dispuso la recuperación de los penales en 1986 y que se repitió en la orden nocturna del 4 de junio del 2009 para desalojar la curva del diablo, con destacamentos policiales nuevos que se movilizaron en las horas siguientes para aplastar el bloqueo que ya llevaba varias semanas.

Por supuesto, para Aldo M nada de esto existe. Lo que presume que ante unos simples decretos legislativos –no del Congreso, sino del Ejecutivo-, a los nativos les tocaba bajar la cabeza y que vengan las petroleras, las mineras, las madereras, y si eso los amenaza qué se va a hacer porque primero era el TLC y si la ministra que aguantó junto a los jefes policiales el carajo de Alan García no fue capaz de impedir el desastre seguro era por incompetente, porque ante los “salvajes” hay que ser salvaje y medio para que todo el mundo sepa lo que duele la ley. Pero no. Los indígenas que no son un sindicato, ni están ganados por ideologías (tampoco las de izquierda), no son personas que se van a dejar tirotear para que otros invadan sus bosques y contaminen sus ríos.

Hay que ser bien bestia para no entender que en Bagua no hubo un choque de bárbaros contra civilizados impulsores de las inversiones. En realidad el bárbaro estaba en Palacio que ni para represor ha demostrado ser eficiente. La muerte de los policías en buena medida encubrió a García como ahora las casas de Toledo y la reelección conyugal han puesto cortina de humo sobre los narcoindultos. AGP creía, como Aldo M, que las armas policiales harían correr de inmediato a los nativos e imponer una nueva conquista sobre la selva. No fue así. A todos nos duele lo que pasó, los muertos y los desparecidos. La diferencia es que algunos creen que sólo debió haber bajas de un solo lado, como ocurre con frecuencia. Y esto no fue así

07.06.13
www.rwiener.blogspot.com

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