jueves, agosto 19, 2010

Justicia a la carta

A Lori Berenson le han hecho arrepentirse dos veces, una por escrito y otra ante la sala penal, de los actos que se supone intentó hacer pero fracasó porque fue detenida cuando todavía era un plan. Lo que se decía cuando salió de prisión era que no eran suficientes casi 15 años de carcelería porque no había pedido perdón. Bueno, pidió perdón, y la conclusión ha sido, según ministros y congresistas, que no está probado que sea sincera. ¿Y cómo se prueba eso?

Si es cierto que a Berenson le dieron la semilibertad como un presente para Obama y el Partido Demócrata, antes del viaje de García a los Estados Unidos, separando su caso del de otros que tenían igual derecho; habría que convenir que ahora la devuelven a prisión con un pretexto burocrático, para satisfacer a una opinión pública previamente trabajada con el cuento del rebrote terrorista y del fujimorismo que nos salvó con sus leyes fuertes y sus atropellos a los derechos humanos.

Lo que se está diciendo es que no se puede creer en los jueces y que nada vale cualquier esfuerzo de rehabilitación del prisionero: buena conducta y trabajo en la prisión; informe de los peritos; o la esforzada discreción luego de volver a la calle, a pesar del escándalo promovido por los medios; y que todo no es sino un juego de política en el que Berenson puede ser una pelota de fútbol pateada en varias direcciones, como ella misma dice, pero el resto resultamos espectadores de nuestra propia manipulación.

En otras palabras que el sistema político actual se justifica porque hay que ganar eternamente batallas al terrorismo (con y sin comillas), lo que conduce a sainetes como el de la anulación de beneficios penales, la devolución a prisión de quién no es una amenaza, la bulla sobre los ex prisioneros que quieren participar en la vida legal (¿no es esa una forma de arrepentimiento práctico?) y muchas otras que nos mantienen en ritmo antiterrorista, 18 años después de la captura de Abimael Guzmán.

Esto no es ni siquiera la justicia vengativa, que unos reclaman y otros condenan, sino una justicia a la carta, de acuerdo a las necesidades de la coyuntura. Que las consecuencias de eso lo paguen los padres de Berenson, su hijo y la propia procesada a la que han querido humillar de mil maneras, es sin duda lo menos importante, como dice Lourdes Alcorta, sino el tipo de sociedad y de política que estamos construyendo.

20.08.10
www.rwiener.blogspot.com

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