En el casi olvidado
Manifiesto de Locumba, el jefe del levantamiento teniente coronel EP Ollanta
Humala anunciaba un nuevo Ejército limpio de corrupción y no enfrentado al
pueblo. Nadie imaginaba que la vía para ello fuera un Sorteo Militar
Obligatorio.
El gobierno del
comandante está preocupado porque los jóvenes no sienten el llamado de la
patria y no se enrolan por su propia cuenta en los institutos armados para
marchar al VRAEM o para pasar a cuidar las fronteras.
Tenemos muchos
generales y almirantes, y cualquier cantidad de oficiales en distintos grados,
pero han empezado a faltar soldados que sean los que reciban las órdenes que no
se discuten y que saquen la cara y el cuerpo por el Estado ahí donde las papas
queman.
Para varios
generales en retiro que ahora se ocupan de opinar sobre diversos asuntos, el
problema es de incentivos, mejor dicho de que la propina es muy baja (menos de
la mitad de un salario mínimo), lo que significa que si se le suben podrían
haber más postulantes. Pero el problema es que justo en estos días el MEF anda
envalentonado y está muy difícil que abra el caño para nadie, menos para los
soldados que si han aguantado hasta ahora con una mísera propia podrán seguir
haciéndolo en los siguientes años.
Por eso a los
asesores del presidente se les ha venido la buena idea de que el cupo que no se
cubre de manera voluntaria sea llenado por sorteo, que quiere decir que si a
uno de toca el número de la suerte pasará los siguientes años en uniforme, con
el pelo recortado y recibiendo órdenes salpicadas con carajos, que es por
supuesto la manera como se aprende a amar a la patria.
Ollanta Humala
dice que esta timba militar no viola el principio de voluntariedad del
servicio, pero que frente al derecho a escoger su propio destino que invocan
muchos de los que están bajo el alcance de la norma, el gobierno aduce que no
nos podemos quedar sin soldados.
Y claro ahí viene
el tema de establecer quiénes van a ser los reclutables mediante el nuevo
procedimiento. Y la norma dice que los universitarios, los discapacitados, lo
que sostienen a sus familias, los que están privados de la libertad, quedan
fuera. Es decir está apuntado al segmento que empieza a trabajar o a los que
buscan trabajo, a los estudiantes de carreras no universitarias, a los que
viven en el campo y participan en la producción desde muy jóvenes, etc.
Si alguno de
estos sale sorteado y no puede pagar la multa de 1,850 soles, va al cuartel
porque en el Estado no piensan que todos deban ser soldados (como los
israelíes) sino aquellos que antes también eran los blancos de las levas con
las que se formaban nuestras tropas. El asunto de la multa, significa que si
alguien tiene alguna capacidad de ahorro puede comprar su exclusión de los
resultados del sorteo.
Para eso se van a
sacar hasta tres boletos por cada vacante en los institutos armados; si el ganador
de la ruleta se excusa o paga, entre el segundo y si no todavía hay un tercero
que puede terminar pagando el pato. Hay una clara conciencia detrás de esto de
que nadie festejará ser sorteado. Pero igual los ministros Jiménez y Cateriano
insisten en que no se está violando el sentido voluntario del Servicio.
El viejo SMO
Hasta hace
algunos años, no tantos como parece, los militares llegaban a los pueblos en
camiones y se llevaban por la fuerza a los muchachos para hacerlos soldados.
Estas prácticas
violentas se justificaban, como ahora, en que se necesitaban soldados. Fue de
esas prácticas que nació esa configuración de las Fuerzas Armadas en las que
oficiales y subalternos representaban a las clases y las razas jerarquizadas
del Perú.
Teníamos
oficiales blancos y mestizos, procedentes de las clases medias, frente a tropas
de indios que venían de familias pobres.
El nuevo plan del
servicio por sorteo obligatorio apunta a reproducir ese esquema de viejo
Ejército que sólo podría superarse si la organización militar se hiciera más
profesional y tecnificada.
Algo que
recuerdan mucho los generales es que en el antiguo Servicio los jóvenes
soldados se licenciaban con alguna carrera técnica y un sentido de disciplina
que era apreciado por los empleadores. Pero también hay otras historias de
desadaptación de los licenciados que derivaron a organizaciones subversivas o
directamente a la delincuencia.
Antauro Humala,
hermano del presidente, que editó por muchos años un periódico con el nombre de
“Ollanta”, pretendía encarnar el espíritu de los licenciados, y una parte de
ellos lo acompañó en el Andahuaylazo y varios de estos continúan presos.
El tema es que en
tiempos de liberalismo exacerbado, en el que la norma del mercado libre indica
que cada uno debe poder hacer lo que prefiera con su proyecto de vida y ganarse
la existencia como crea, el presidente Humala ha descubierto que le faltan soldados
y ordenado que se los consigan por sorteo. Esto debería ser un escándalo
mayúsculo para los defensores del derecho a comer comida chatarra o de poner a
los hijos en el colegio que yo quiera y pueda, y tantas otras libertades
defendidas en centenas de editoriales.
¿Por qué este
sorteo violatorio de la libertad no merece los mismos titulares y las mismas
vestiduras rasgadas? Tal vez porque todos saben quienes van a ser los reclutas
de los siguientes días. Y Ellos ni son consumidores de la gran prensa ni
expresan la economía del crecimiento. Entonces, quizás una nota de crítica.
Pero nada como otras protestas.
09.06.13
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