Lo tragicómico
de esta historia podría ser que llegando el 2016, con un posible deterioro de
la economía en un contexto internacional desfavorable; en medio de una gran
agitación social; en un cuadro de crisis política aguda con candidatos
acusándose de corrupción, chavismo y otras linduras; con un incremento
exponencial de la delincuencia; y con cifras de aprobación por los suelos; Fritz
Du Bois escriba con ese aire del que ya la sabía, con el que siempre hace sus
columnas, que todo esto comenzó el día en que a Humala se le ocurrió copiar a
Chávez y tuvo la idea de que podía comprar los activos de Repsol.
Si por este
desliz ha perdido 14 puntos desde abril a junio, ¿se imaginan lo que podrá
pasar en los tres años que le faltan de gobierno? Es decir en el Perú no sólo
no se puede ser chavista, izquierdista o moderadamente reformista, así ese sea
el mandato de las urnas, sino que ni siquiera se puede tener una idea que
escape a los cánones que marcan los guardianes socráticos de la ortodoxia
económica, entre ellos Fritz, que fue jefe de gabinete de asesores del MEF en
la época en que se desaparecieron los recursos de las privatizaciones sin que
hasta ahora se encuentren.
Muchos castillos
neoliberales han caído por el mundo, y siempre ha habido una explicación en
algún error de los gobernantes (la paridad dólar-peso en Argentina, el
endeudamiento griego, el Estado de bienestar español, etc.), que es la forma de
decir que el sistema nunca falla sino sus administradores. Acá en el Perú donde
se han contado maravillas sobre el milagro económico y que Humala se iba para
arriba porque estaba en el piloto automático de las políticas de apertura y
liberalización de sus antecesores, estamos a punto de inaugurar la explicación
más sorprendente para curarnos en salud de un eventual fracaso: el mal
pensamiento.
Ya no se trata
de la responsabilidad de los que lo acorralaron entre junio y julio del 2011,
para imponerle el equipo económico que es casi lo único que permanece de la
composición inicial del gobierno; ni de los que se inventaron que la Hoja de
Ruta era todo contra lo que había luchado Humala como candidato; ni de los que
aplaudieron la mano dura frente a los conflictos sociales; ni de los que acaban
de aplaudir las recientes medidas pro-confianza que amenazan el ambiente, los
derechos comunales y las riquezas arqueológicas, y de los empresarios que
desayunaron con el presidente y recibieron otros estímulos que todavía no
conocemos. Todo eso estará bien, dirá Fritz, pero ahí está la encuesta de DATUM
en la que Ollanta se cae en picada. Así que ha llegado la hora para pedirle más
concesiones y privatizaciones. Y seguirle dando para que no vuelva a pensar. A
ver si todavía se salva.
08.06.13
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