Desde
antes que comenzara el gobierno de Ollanta Humala, la prensa de derecha ya
había descubierto que su familia era uno de sus principales puntos débiles. Por
eso masacraron a Alexis que fue encomendado a tratar con los rusos y al que
Ollanta no defendió, lo que muchos vieron como el ablandamiento previo a la que
iba a ser la concesión estratégica clave del nuevo régimen: la ratificación de
Velarde en el BCR y el nombramiento de Castilla como ministro de Economía.
Luego
han seguido las historias con el papá (lo quiero, pero pensamos diferente), que
llegan al límite cuando le prohíben viajar a Cajamarca; otras de Alexis (la
empresa Krasny y sus intereses en la pesca, todos magnificados); y, la de
fondo, los sube y baja del caso Antauro: cambiado de penal en aparente mejora
de su situación carcelaria, luego enviado a la Base Naval con Abimael Guzmán, y
finalmente regresado por decisión judicial a la prisión de Chorrillos, con
oposición del gobierno a través del INPE.
Cada
caso ha sido manejado como si el gobernante creyera que efectivamente tiene una
familia disparatada, que quiere pero no puede ayudar porque los medios lo
tienen cercado y porque es incapaz de
hablar claro. Nunca Ollanta ha dicho que no existieron compromisos en nombre
del Estado y negocios particulares de parte de su hermano que viajó a Rusia. Ni
siquiera ha presionado para una investigación acelerada dejando que flote la
idea que hubo algo turbio que el oficialismo trata de esconder, mientras hace
aparentes maniobras para que el caso vaya a archivos.
En
el asunto de Antauro el tema es mucho más crítico porque está de por medio su
libertad. Sin embargo Ollanta ha permitido que se le acuse de privilegios por
los mismos que jamás les han parecido mal los que se aplican a favor de
Fujimori. Pero lo fundamental está en el fallo contradictorio de la Suprema que
die que los participantes del andahuaylazo no incurrieron en secuestro, sino
sedición, salvo el jefe de la asonada, condenado como si fuera el único
“secuestrador” de aquella jornada. Evidentemente se trataba de una aberración
que sólo se explica por la presión mediática, que no discutía el tema en sí,
sino la consecuencia que sería la de permitir al reo acogerse a beneficios
penitenciarios y lograr su libertad en corto plazo.
Ollanta
que apoyó el movimiento de Andahuaylas en su primera etapa, jamás ha sacado la
cara por su hermano, por más errado que estuviera en sus métodos, y según los
medios de extrema derecha lo que está haciendo es buscarse votos en el Tribunal
Constitucional para que le retiren la figura del secuestro. Así lo que es justo
está pareciendo oscuro y empujando una nueva ofensiva mediática, que puede
terminar como las anteriores, haciendo pagar pato al procesado, para salvarle
la cara al presidente.
26.06.13
www.rwiener.blogspot.com
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