¿Por qué hemos
estado ocupados tanto tiempo y colocando tanta pasión en lo que podría suceder
con un condenado por los peores delitos, cuya condición de expresidente y
golpista no atenúa sino agudiza la gravedad de sus responsabilidades?, ¿por qué
le ha costado tanto al presidente tomar una decisión en una situación casi
obvia: fingimiento de estado crítico y mensaje subyacente que lo que se estaba
haciendo era intentar corregir la sentencia de 25 años de prisión?
La respuesta es
casi evidente: el enorme poder político, económico y social que mantiene el
fujimorismo, y que no se limita por supuesto a los 37 parlamentarios naranjas
sino que abarca sus relaciones con el APRA y buena parte de la derecha, medios
de comunicación, empresarios y relaciones internacionales. Es verdad, que
muchos prefieren el estilo sibilino de apuntar por delante que no se tiene que
ser fujimorista para pedir el indulto y por supuesto para sentir una íntima
incomodidad porque finalmente no fue alcanzado.
La frase más
socorrida de los últimos meses afirmaba que el presidente debía resolver la
situación en cualquier sentido y que la decision era solo suya, pero una vez
que se acabó el misterio y se ejercieron las facultades presidenciales que tanto se reclamaban, la cosa cayó como
una bomba. En RPP se repetía hasta el cansancio las imparciales declaraciones
de Nakasaki que indicaban que Humala había condenado al “presidente” Fujimori a
la muerte lenta, ya que era un hombre de 75 años de edad con una sentencia de
25 años; ergo, querían que muera en la cárcel cuando se había dicho los
contrario.
También hablaba
Aguinaga sobre la decepción del condenado que hacía unos días había enviado un
mensaje grabado en audio declarando que estaban dadas todas las condiciones
para su indulto, como si de él dependiera la decisión, y se explayaba sobre la
crueldad de actuar contra las expectativas de un pobre enfermo. El sábado, la
prensa de derecha encabezada por El Comercio recogía opiniones que daban una
cierta idea de desconcierto en relación a la determinación de Humala.
La mejor era de
la abogada y lobbysta Cecilia Blume, que increíblemente estimaba que no había
todavía decisión presidencial porque sólo había adherido a las conclusiones de
la Comisión de Gracias, que no era la responsable de resolver. Federico Salazar
por su parte creía al revés de Nakasaki que había habido demasiada explicación
jurídica del presidente cuando había mencionado la gravedad de los crímenes y
la falta de arrepentimiento. Y la zarina de los fines de semana, que al pobre de Fuji le habían hecho creer que
estaba libre cuando lo estaban volviendo a encarcelar.
Confieso que me
conmueve tantos sentimientos desgarrados por el fundador del Grupo Colina y el
desaparecedor de los fondos de las privatizaciones. Pero así debe ser la
Justicia, igual para todos.
09.o6.13
1 comentario:
Humala denegó el indulto, entre otros motivos, porque otorgárselo al delincuente Fujimori, equivaldría a despilfarrar el poco capital político que aún le queda. Hoy día, la hija del delincuente le ha recordado que, gracias a su papito, Humala gobierna en "piloto automático". Humala adaptado a la legislación fujimorista, goza de un escaso margen de maniobra. Otorgar el indulto le habría costado la enemistad de los escasos seguidores fieles que le quedan. Su gobierno terminará, en el mejor de los casos, como Toledo, siempre y cuando el contexto internacional no siga empeorando. Si esto último sucede, Humala tendrá que verse en el espejo de Lucio Gutiérrez.
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