Tenía la casi certeza que Ollanta Humala no indultaría a
Fujimori, porque equivaldría a correrse a un extremo del escenario político y
perder la identidad política aparentemente centrista que adoptó después de las
elecciones. Pero tenía demasiadas dudas de que se atrevería a decir un no
rotundo que lo enfrentara al otro lado y pensaba que alargaría la decisión todo
lo que pudiera y que difícilmente haría mención a aquello que a los
fujimoristas, públicos o encubiertos, menos les ha gustado que es a la gravedad
de los crímenes que pesan sobre el condenado y a su falta de arrepentimiento
sobre su responsabilidad en los mismos.
Bien, a pesar de los pronósticos el presidente tomó una
decisión como no lo había hecho a lo largo de su gobierno, es decir sin poner
los ojos en la derecha y sus medios y tratando de guardar alguna coherencia
entre el Ollanta original y el que exhibe una banda roja y blanca. Porque
efectivamente hubiera sido un remate fatal para la historia del nacionalismo
que el insurrecto de Locumba que exigía la cárcel para los corruptos y los que
distorsionaron el papel del Ejército, haciéndolo parte de crímenes y fechorías,
cayera en la trampa de la falsa conmiseración para liberar al jefe de la banda
que nos gobernó en los 90.
El no indulto es por supuesto una ruptura de palitos con el
fujimorismo a la que seguramente se va a plegar el APRA. Ya encontrará AGP la
manera de conectar la negativa de Ollanta con el chavismo y la reelección
conyugal, así como al intento por inhabilitarlo por su propia corrupción para
detener su impetuosa candidatura hacia el 2016. En fin, la política peruana
siempre se presta para la farsa. El mejor ejemplo son estos meses en los que la
maquinaria naranja ha querido meter en el país, mediante todo tipo de
teatralizaciones, la idea de que Fujimori estaba en las últimas, para despertar
sentimientos de lástima y poner al presidente contra la pared.
El punto es que acabó una etapa. Y Humala tratará de que
pase esto lo más rápido posible con la menor reflexión y debate entre las
partes. Después de todo en lo que estaba es en lo que tenía que darle a los
empresarios para recuperar su confianza. Y, claro, como que el no indulto no encaja
muy bien, sobre todo teniendo en cuenta el profujimorismo de la CONFIEP y otros
gremios empresariales. Pero ahí vamos, y
el cálculo debe ser que lo que se impondrá es el pragmatismo y que el hombre de
la DIROES bajará muy pronto del primer plano de las noticias. Todo esto si
Keiko, Kenji y los demás asimilan su derrota y no deciden cobrársela al
presidente. Y eso está por verse.
10.06.13
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