Ahora, si usted
desea abrir una mina, construir un complejo de viviendas o romper un cerro para
hacer pasar una carretera, ya no tendrá que hacerse muchas bolas sobre la
posibilidad de que existan elementos arqueológicos en los lugares escogidos.
Haga su solicitud nomás y entréguesela al ministerio de Cultura, que a lo sumo
le enviará un veedor para que le eche una mirada al sitio y a ojo de buen
cubero concluirá si se le entrega el Certificado de Inexistencia de Restos
Arqueológicos CIRA, con el cual podrá defenderse en el futuro sin alguien llega
a probar que usted estaba sobre una huaca, un entierro prehispánico o algún
monumento al que lo cubrieron los años.
Y si no viene el
enviado de la Cultura, tal vez sea mejor. Porque ahora tenemos el silencio
administrativo que se aplica a este tipo de proyectos, que quiere decir que si
en 20 días el ministerio no da respuesta al pedido se le tomará por aceptado,
cualquiera sea el valor histórico-cultural que esté en juego. O sea un
burócrata desacelerado o aceitado, puede terminar legalizando un daño
patrimonial significativo, con sólo quedarse callado y retrasarse más allá de
los días establecidos. Y, eso, teniendo como marco un Estado que ya mandó el
mensaje que la prioridad de prioridades es la inversión y cosas como los restos
de antiguas culturas son en realidad obstáculos que hay que eliminar para que
fluya el dinero.
Puede parecer
sorprendente que un gobierno que se autodefinió como nacionalista e inspirado
en una rica historia, se esté dejando someter por los apetitos de muy corto
plazo de grupos económicos que están desesperados por aprovechar los últimos
tramos del ciclo de crecimiento y alta rentabilidad que el Perú ha vivido los
últimos 10 años. Así como sabemos que en el país hay riqueza mineral en
abundancia, pero entorno natural frágil y diversidad cultural que no pueden ser
ignoradas, también somos un reservorio arqueológico que se conoce de una manera
muy insuficiente. Recuérdese nomás cuánto tiempo data desde el descubrimiento
de Caral y un poco antes de las riquezas del señor de Sipán.
Intentar avanzar
las inversiones atropellando el ambiente, las comunidades y la historia
antigua, ya no es una expresión de modernidad sino un síntoma de agravada
pérdida de rumbo de parte del gobierno. Ninguna campaña cultural viene siendo
hecha desde el ministerio al que le encargan inmolarse, convirtiéndose en
oficina de trámite para que se hagan tantos proyectos como se puedan en zonas
en las que eventualmente puede existir encerrada parte de lo que somos. ¿Cómo
es que se llega tan abajo? Para eso está el cuento de la confianza y de los
fajos de billetes que están esperando para cuando se recupere. Para eso hay un
ministro de Economía que cuenta cuentos y un presidente que se los cree.
06.06.13
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