Si
hay un concepto perdido en el discurso político actual es el de trabajadores,
los forjadores de riqueza, que parecen no existir en un proyecto como el de
Ollanta que promete una sociedad en crecimiento con inclusión social, es decir
más inversiones con abundancia de programas sociales para pobres.
El
último domingo, a tres días del día del trabajador, el presidente volvió a
olvidarse de este componente esencial de la sociedad, aún para un elemental
saludo, y dio vuelta por incontables temas sobre la posibilidad de intervenir
en la compra de activos de Repsol, la inversión privada, la consulta previa, el
viaje a Venezuela, la no negada candidatura de Nadine, etc.
Pero
sobre el eterno silencio de la ministra de Trabajo, asociada a los estudios de
abogados que asesoran empresas contra los sindicatos; el entrampamiento
perpetuo de la Ley del Trabajo; la persistencia de los regímenes laborales
especiales que recortan los derechos de los trabajadores y que los ministros de
Comercio Exterior y Agricultura han salido a defender; la mantención de leyes
antisindicales; el retraso de los salarios; etc.; nada que decir.
Es
como si sobre este tema se concentrara la naturaleza de fondo del actual
régimen político. No olvidar que con la instalación del neoliberalismo vía
golpe de Estado, lo que se desató fue una ofensiva contra los trabajadores para
mermar sus derechos en nombre de bajar el costo laboral de las empresas,
despedir supuestos excedentes en el sector público y privado con normas que
facilitaban echar trabajadores a la calle, debilitar los sindicatos vistos como
factores de resistencia.
Durante
20 años esta relación de fuerzas se ha mantenido. En el per
íodo
de la dictadura a pura fuerza y arbitrariedad, y en el de la “democracia”
mediante la trampa de dejar la decisión sobre el tema laboral en el llamado
Consejo Nacional del trabajo que es una entidad paritaria de gremios patronales
y sindicatos, en la nunca se llega a ningún acuerdo porque ambas partes tienen
perspectivas contrapuestas: los empresarios consideran que aún bajar más los
derechos y abaratar todavía más el “costo laboral”, y los trabajadores que
deben restablecerse los derechos conculcados para lograr recomponer una
relación más equilibrada capital-trabajo.
Ollanta
Humala que ha empezado a hablar de un mejor equilibrio Estado-mercado, lo que
ha escandalizado a la derecha criolla, evita cuidadosamente opinar sobre otros
desequilibrio clamoroso y que es el que se da en el trato entre capital y
trabajo. Puede hacerlo porque la situación organizativa de los trabajadores aún
es débil y no es una presión suficiente para un gobierno acostumbrado a moverse
entre aguas encontradas. Esperamos que este primero de mayo sea un momento de
reflexión para abrir una nueva etapa en la lucha de los trabajadores por sus
derechos.
01.05.13
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