La mañana del martes nos despedimos de Javier en una cadena
de actos que fueron acompañados por miles de personas. Fueron momentos en los
que sentí que compartíamos un intenso sentimiento rojo y que no teníamos temor
de mostrarnos como lo que éramos: socialismo, izquierda, pueblo.
Rojos porque nuestros corazones estaban abiertos por el
dolor y el amor profundo por el compañero que se había ido. Y lo que brota de
los corazones es absolutamente rojo y es la esencia de la vida. Javier amaba la
vida y por eso no quería morir. Y nosotros amábamos a Javier y no queríamos que
se fuera.
Perdimos la batalla y por eso también estábamos rojos, como
decía Hildebrandt, de pura ira, la que produce saber que se van los buenos, los
limpios, los necesarios y se quedan los falsos, los mediocres y los bandidos.
La ira de ver desde afuera ese congreso donde la “ética”, Sr. Lay, consiste en
sancionar a Diez Canseco con argumentos copiados a Aldo M, y exculpar a Kenji
por estar ligado a una empresa de transporte de cocaína y al robagua que sigue
reinando en el norte chico.
Estábamos rojos porque esa sido la bandera universal de la
justicia, desde Espartaco hasta la revolución francesa, la comuna de Paría y la
revolución de octubre, y con ellas todos los grandes acontecimientos de la
historia de la humanidad. Esa fue siempre la bandera de Javier. Y por eso, en
su nombre, cantamos ayer a toda voz el Himno de la Internacional que es el de
la unidad de los trabajadores más allá de las fronteras.
Estando en la fase final de su enfermedad, Javier siguió
escribiendo y escogiendo temas que eran como instrucciones para lo que se
viene, Y el que más lo inquietó fue el de los derechos de los trabajadores,
especialmente los de los llamados “regímenes especiales”. Javier no se daba
vueltas: no hay sociedad del crecimiento y la inclusión, sin derechos laborales
y organización sindical fuerte y representativa. Es decir estaba recordándonos
las fuentes del pensamiento socialista al que siempre estuvo inscrito.
Javier es consecuencia y no vacilación gritaba la gente en
el centro de Lima. Y saltaba a la vista que estaban contrastando al hombre
valiente que no se arredraba por una campaña de prensa en su contra y no
callaba sus opiniones cuando estaba ante los entreguistas, los corruptos y los
asesinos del pueblo. Por eso él nunca colgó el polo rojo por el polo blanco. Javier nos ha hecho sentir orgullosos porque
fue un hombre excepcional y lo tuvimos muy cerca. Estaba entre nosotros. Ahora
nos toca la enorme responsabilidad de confirmar que esa enorme vida no fue en
vano. Que con su ejemplo los corazones rojos venceremos.
08.05.13
1 comentario:
Sr. Raúl, yo quisiera compartir la siguiente reflexión de uno de los amigos cercanos de Javier Diez Canseco aquí en Huamanga - Ayacucho: “Hay que hacer una escuela de Lideres solo presentado la Historia de Javier Heraud, de Malpica, de Hugo Blanco, de Javier Diez Canseco sin llenar de Filosofía y de teorías políticas a nadie, solo pidiéndoles que tomen su ejemplo”
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