Volviendo sobre los temas cotidianos descubro que nuestra
derecha ha estado ocupada estos días en tratar de acrecentar su incidencia en
política internacional. Ya pararon el tímido impulso desarrollista del gobierno
que significaba interesarse en el fortalecimiento de Petroperú y ahora vienen
por el vuelto en el tema diplomático.
Varias páginas se han escrito para decir que ante las
pequeñas crisis que se desataron en la relación con Ecuador y Venezuela y
algunas destemplanzas de Correa y Maduro, a Humala le habrían faltado
pantalones para responderles de igual a igual. Asimismo que si nos quedábamos
sin delegación a nivel de embajadores con estos dos países mala suerte, pero
ahí teníamos la Alianza del Pacífico con Chile, Colombia y México para
atrincherarnos con el resto de la derecha latinoamericana bajo la sombra de los
Estados Unidos.
Curiosamente ese rasgo de debilidad del presidente peruano
que tanto preocupa a Lourdes Alcorta, Vásquez Kunze y a los editorialistas de
El Comercio, no parece incomodarlos cuando se trata de política interna. O
¿acaso no es cierto que en estos dos años de gobierno el país se ha manejado
con la voz alta de los medios, los gremios empresariales y la derecha
congresal, para imponerle al presidente la agenda, y que eso ha sido respondido
siempre con silencios y evasivas, para finalmente terminar cediendo a las
presiones?
Desde la imposición de Velarde y Castilla, hasta el fracaso
reciente de la tentativa de comprar la refinería La Pampilla, pasando por los
casos Alexis y Antauro, el manejo del problema Conga y decenas de asuntos
similares, la línea del gobierno ha sido afectada por una derecha que perdió
las elecciones pero nunca el poder. Entonces no debería extrañar a nadie que
Ollanta evite las confrontaciones afuera y adentro. Después de todo esa fue la
esencia del cambio de imagen con que ingresó a la primera vuelta de 2011, mucho
antes de que también lo obligaran a la Hoja de Ruta.
A la derecha le incomoda que luego de haber domesticado al
rebelde de Locumba, Andahuaylas y las elecciones del 2006, no pueda hacer de él
un instrumento eficaz de represión contra los movimientos sociales, lo que casi
se logra con el gabinete Valdés, y tampoco consiga alinearlo totalmente en la
disputa geopolítica que se desarrolla en el subcontinente.
Es evidente que los gobiernos de la izquierda
latinoamericana tienen desconfianzas hacia la conducción de Lima, que es
coincidentemente la que ejerce la presidencia pro témpore de UNASUR, y esa
incertidumbre de no saber hasta dónde puede llegar el Perú puede explicar algo
de los últimos excesos verbales, luego corregidos, seguramente por conciencia
de que más se perdía zamaqueando a Humala en un contexto en que se está jugando
una fuerte ofensiva imperial contra el progresismo tras la muerte de Hugo
Chávez.
09.05.13
www.rwiener.blogspot.com
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