Oficialmente la llamada Alianza del Pacífico ha sido
declarada un gran mercado para los países miembros con 210 millones de habitantes
y una velocidad de crecimiento de 5% por año. En ese escenario un entusiasta
Sebastián Piñera ha hablado de la meta de alcanzar aranceles cero para el 90%
de los productos que se comercializan en la zona con una perspectiva hacia el
futuro para extender la desgravación al último 10%.
Humala, por supuesto, está en su salsa. No importa cuánto había
de maniobra política en la decisión de Alan García de apurar el surgimiento del
nuevo bloque en plenas elecciones del 2011, en competencia económica con la
CAN, el MERCOSUR, y política con la UNASUR y el ALBA. Para el Ollanta
postelectoral, todo lo firmado por su predecesor no sólo vale y no es
revisable, sino que merece su aplauso entusiasta al punto que se deja de
comprender qué era lo que tenía tan enfrentados a los políticos los años
anteriores.
Todavía recuerdo muy bien la oposición nacionalista al TLC
con Chile, lo que llevó el caso hasta el Tribunal Constitucional, pero ahora
gracias a ese acuerdo, y al TLC que existe entre Perú y México, junto al hecho
de que nuestro país y Colombia comparten la CAN, los aranceles cero que tenemos
con el bloque hace rato que están cerca del 95%, sin que se necesite Alianza o
cualquier otro compromiso. Más aún el saldo del intercambio del Perú con sus “socios”
del bloque ha sido históricamente negativo, ya que vendemos menos y con menor
valor agregado de lo que les compramos.
Las empresas peruanas exportadoras pueden efectivamente
tener mejores posibilidades para ampliar sus mercados con el “libre comercio”,
pero como es un camino de ida y vuelta, la otra parte también extiende sus
opciones. Esto ya pasó con el TLC con Estados Unidos, que cambió el balance del
mercado que antes era favorable al Perú y que con el tratado en un contexto de
crisis internacional giró totalmente y ahora el Perú compra más al coloso del
norte que lo que le vende.
El ministro Silva trata de disfrazar estos datos que no sólo
indican que el momento que vivimos ha debilitado las estrategias exportadoras
de diversos gobiernos, sino que muchos de los acuerdos para hacer crecer
nuestras ventas, se están volviendo contra nosotros porque lo que crecen son
las compras. La idea que le soplan en el oído a Humala es que esto no importa
con tal de que atraigamos inversiones que cierren la brecha comercial que está
empezando a ahogarnos.
Pero eso de la inversión sin fin es parecido a la privatización
de todo que se hablaba en los 90, es decir son cosas que tienen límites y
condicionamientos. Y el presidente que creía en la economía infalible puede
terminar golpeándose la cabeza.
28.05.13
www.rwiener.blogspot.com
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